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Angustias Freijó. Felipe Ehrenbergensis, "67//15", en Freijo Gallery.

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Hasta el 23 de Mayo de 2015.

Freijo Gallery: Calle General Castaños 7, 1º Izda, 28004 Madrid, España.

Existe un gran desconocimiento en España del arte mexicano anterior a las estrellas surgidas con la Internacional Artística de las décadas de los 80/90. Con muy... singulares excepciones se puede afirmar que entre las vanguardias históricas y los rutilantes y cotizados nombres del presente, y por todos conocidos, se extiende un auténtico desierto de Comala: innumerables “pedros páramos” perdidos en la caprichosa y aleatoria rueda no tanto de la fama como de los justos reconocimientos. “Fama”, el entrecomillado se impone con higiénico y distanciado desdén, a la que gran parte de estos artistas de alguna forma siempre despreciaron por ser hijos culturales e intelectuales de un tiempo otro, anterior a las exigentes servidumbres mediáticas impuestas en la actualidad por el “Sistema Arte”. Este desconocimiento de los que por edad bien podrían ser los padres de los millonarios, famosos y jóvenes artistas mexicanos del presente, lo puedo expresar de manera diversa gracias a la utilización de un ejemplo glorioso. Me refiero a la deslumbrante obertura del “Canto General” de Neruda:

ANTES de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.

Siendo muy atrevidos en la interpretación podemos afirmar que “antes de la peluca y la casaca” (los reyes españoles durante la Colonia, obvio, o al menos los primeros criollos, pero también podemos interesadamente utilizar la expresión para referirnos a gran parte de la última, elegante y maquillada producción artística mexicana de altos e internaciones vuelos) estaban aquellos artistas, los nacidos en la década de los cuarenta, que las circunstancias históricas les obligó a ser, incluso a su pesar, “ríos, ríos arteriales”. Con esta escueta cartografía deseo referirme a los artistas mexicanos que aún no tenían treinta años cuando ocurrieron los trágicos sucesos de la Plaza de Tlatelolco en 1968, y que de alguna forma, para bien y para mal, a muchos de ellos les obligó a un exilio vital, cultural y afectivo, que les marcaría de por vida. Felipe Ehrenberg (Tlacopac, Ciudad de México, 1943) es uno de ellos.

Con el título de “67 // 15”, inicio y presente de una trayectoria de vida y arte entrelazadas, se puede ver por primera vez en España, en la Galeria Freijo, arte moderno y contemporáneo, de Madrid, la obra de este creador mexicano: actor principal de su propia obra, pero que a su vez no se entendería sin su participación activa en múltiples aventuras artísticas vividas en comunidad, y siempre entusiasta y generoso promotor de infinidad de proyectos artísticos, entendidos éstos en su aceptación más “desbordada”, o más complicada de adaptar, por puro rechazo, a esquemas previos y deterministas. Precisamente por tratarse de la primera visión de su obra en nuestro país, y con muy buen criterio, la comisaria de la muestra, Marta Ramos-Yzquierdo, ha optado por un planteamiento de revisión de todo su trabajo desde el decisivo año de 1968 (con una obra capital en su trayectoria, “La caída”, aquí reproducido un detalle) hasta trabajos últimos o muy últimos. Entre ambos extremos se pueden visionar obras muy importantes, así la inquietante, por lo que tiene de “humorística”, “Serie Carrero Blanco” o la película rodada en Londres recién llegado en 1970 sobre una huelga de basura en la capital británica, “La Poubelle, or It’s a sort of disease”, sin olvidar el complejo y ácido “Codex Aeroscriptus Ehrenbergensis”.

Estoy hablando de obras individuales, autónomas, singulares. Ahora bien, en el “hacer” de Felipe Ehrenberg, en todos y cada uno de los trabajos, están literalmente atravesados por una intencionalidad (social, humanista, antropológica…) que se confunde con la propia gestualidad formal de la obra, pero que en realidad discurre por otra vía diferente y con su propia independencia discursiva. Esa “intención”, o esa gestualidad oculta, es en realidad un factor importantísimo, pues estructura la obra en un más allá de su propio formalismo. Formalismo, importante aclararlo, que el artista en absoluto rechaza, bien al contrario, pues esa “forma”, o anti-forma, es lo que le permite crear en una heterogeneidad de tiempos históricos. Quiero decir, crear en diversas temporalidades, “mentales”, donde los conceptos o atributos dables a lo que entendemos por “Clasicismo”, “Vanguardia” o “Contemporaneidad” se ajustan en función de lo creado, pero nunca como deuda o débito hacia el tiempo en que la obra es realizada. De alguna manera esta cualidad tan esencial en el trabajo de Ehrenberg responde a la pregunta que García Canclini hacía en su ensayo “Culturas Híbridas”: “¿Cuáles son las estrategias para entrar y salir de la modernidad?”. Podríamos agregar otra respuesta y ésta ya sería de nuestra autoría: articulación contemporánea de lo arcaico, o de lo sofisticadamente "primitivo", y por “arcaico” entiendo aquello que no está esclavizado por el tiempo, ni por identidad nacionalista alguna, ni por presiones económico/mediáticas. Felipe Ehrenberg es lúcidamente consciente que lo que entendemos por “Cultura” y “Arte” en realidad son los nombres con que a si misma se decora una altiva prostituta de lujo que se sabe muy necesaria. Gran amante de la cultura popular mexicana (no podía ser de otra manera), Ehrenberg también comprende que esa prostituta exige, como dice la letra de un fantástico bolero de Agustín Lara, “que paguen con diamantes mi pecado”. El precio a pagar por nuestro artista es que él nunca pagó con diamantes favor alguno, o consintió que su obra no tuviera otra entidad que la que él deseaba. A esa cualidad irrenunciable también se la conoce por "independencia".