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Curro González inaugura “De algún modo, de cualquier manera. II” en R.O. Proyectos

Rafael Ortiz

Hasta el 12 de abril de 2019

La principal razón por la que me dedico a dibujar y pintar es porque al hacerlo puedo utilizar las imágenes sin que impliquen valores permanentes. Nunca resultan sumas exactas, no pretenden aportar certezas, ni proponen dogmas que respetar. Mis ideas suelen ser “ideas vagas” porque remiten a aquello que deseo, es decir, a algo que no conozco bien aún y que, por tanto, no puedo precisar. Para definir ese estado es necesario que estas imágenes se manifiesten en una metamorfosis constante. A veces obsesivas, a veces ligeras, siempre confío en que puedan funcionar como metáforas autónomas que se muestren a sí mismas, esa es realmente mi tarea como artista. Por tanto, no pienso en mi obras como relatos, no se producen desde el aliento del logos, más bien su condición es vivir en la ambigüedad. Pero soy consciente de que al final terminamos por darnos de bruces con las palabras, y al contrario de lo que en la Edad Media hacían los copistas al adornar los márgenes de los textos con imágenes caprichosas, en mis obras la narración pertenece al margen. Vivimos un tiempo lleno de discursos unívocos y el arte está bien atiborrado de ellos, discursos cargados de buenas intenciones salvíficas, de las que, como se suele decir, está empedrado el infierno. Ese podría ser el relato de nuestro naufragio. Julian Barnes, comentando el cuadro de Géricault “La balsa de la Medusa”, señala algo que considero importante para continuar confiando en nuestro trabajo como artistas, cuando dice que la pintura que sobrevive es aquella que perdura más que su propia historia. La religión decae, el icono permanece; un relato se olvida, pero su representación sigue fascinando (el ojo ignorante triunfa, qué mortificante para el ojo informado).

Curro González, enero de 2019.