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Elssie Ansareo en la Galería Cubo azul:The misted glass

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ALICIA NO HA CRUZADO AÚN

“Mirando el retrovisor todo se ve claro, a menos que el cristal esté empañado”

Morten Ramsland. Cabeza de Perro.

“Lo simbólico, el acto de reconocimiento que reúne lo que está dividido, es también lo diabólico que continuamente transgrede y denuncia la verdad de ese conocimiento. (…) Sólo por que la presencia está dividida y despegada es posible algo como un “significar”.

Giorgio Agamben. Estancias.

“La vie est faite de morceaux qui ne se joignent pas.”

Françoise Hardy. Modern Style.

Alicia sigue quieta, congelada en el horror de su imagen proyectada. Narciso ha caído al lago, una y otra vez, el golpear de un cuerpo contra el agua retumba, eterno, en el reflejo y la consciencia de si.

No existe mayor trauma que el enfrentarnos a nosotros mismos, el no reconocer las imágenes proyectadas sobre nosotros, la parálisis de sabernos un yo en conflicto con otro que escapa, que huye ante el peso de una sobrerrealidad, de una supraconsciencia insoportable. Encontrarnos en el vació de una mise en scène sin atributos, carente de asideros en los que reificar nuestra identidad construida.

La mirada parte del prejuicio de lo externo; confinada al territorio de los sentidos la asumimos como algo salvaje, primario, incluso podemos llegar a ver aquello que no deseamos. La fotografía, en cambio, nos ofrece una mirada domesticada, fiable, más estable que nuestros propios sentidos. Es capaz de capturar aquello en lo que no hemos reparado, construye un inconsciente óptico que está más allá de nuestra propia comprensión.

Podemos preguntarnos entonces que es lo que nos inquieta al contemplar las imágenes de la serie The Misted Glass de Elssie Ansareo (México D. F., 1979). Por qué nos genera ese desasosiego y la intuición de que nos encontramos en el territorio de lo obsceno. No se debe a lo que estas imágenes representan, sino a que percibimos que eso jamás debería ser presentado, tendría que permanecer en la esfera de la “obscenidad” de la antigua Grecia, la que indicaba todo lo que no debía adentrarse en el territorio de lo público, en la escena, viéndose relegado al fuera de campo.

Los bodegones, retratos y cuerpos nos resultan familiares, podemos vincularlos con tradiciones conocidas (la performance, la danza, el Barroco,…) pero esa proximidad nos asquea, evidenciando nuestro miedo al paso del tiempo, el peso de un cuerpo objetualizado, exhibido como un trofeo, inerte… una doble moral de nuestro ojo que conoce los códigos, los asume, pero no es capaz de enfrentarse con lo que realmente representan. La vista carga con la perversión de considerarse un sentido ajeno a nosotros, basado en lo externo, en el afuera. Asumimos una interiorización de las sensaciones, pero excluimos a la mirada, generando una quiebra entre nosotros y lo que miramos, eludiendo lo que nuestro ojo omite y obviando la carga cultural que todo esto conlleva.

The misted glass nos habla así de la dificultad para convertirnos en individuos, o de la construcción de la identidad como un juego de miradas, fragmentado, difuso y contradictorio que conecta con nuestros miedos a ser un otro extraño en una representación a la que no hemos sido invitados.

Eduardo García Nieto.

Galería Cubo Azul

C/ San Lorenzo 2 bajo izq 24007 León

galeria@cuboazul.net

www.cuboazul.net