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Enrique Larroy en la Galería Siboney: Pintura Corriente

Inauguración 11 de marzo de 2011.

Hasta el 12 de abril de 2011.

Las pinturas de esta exposición, pertenecientes todas ellas a algo mas que una serie, ya que se extienden a lo largo de los años, evidencian la permanencia en el tiempo en el interés de Larroy en algunos asuntos conceptuales que le interesaron desde que

comenzó la práctica de la pintura a comienzos de los años setenta.

El color, la forma, la geometría, el azar, el tiempo y el espacio son los engranajes principales del complejo mecanismo perceptivo que obliga a las imágenes a tomar posición desde visiones contradictorias y yuxtapuestas, siempre inestables, e incluso, irreconciliables.

Desde sus inicios, su pintura responde a un complejo mecanismo perceptivo de carácter procesual, en el que son fundamentales las relaciones espacio-temporales [asideros de fluctuaciones y derivas, y escenarios de la simultaneidad de acontecimientos o paisajes de

imprevisibilidad que descubren la transitoriedad y fugacidad de las cosas], la práctica de las más diversas y dispares estrategias picturales [superposiciones argumentales, sedimentaciones, yuxtaposiciones, alteraciones, distorsiones, tensiones visuales, intersecciones...] y el protagonismo del color, la geometría y el azar, elementos determinantes en el devenir de una cartografía de arquitecturas ilusorias que precisa fijar sus límites en un territorio al que sin embargo acaba siendo ajena, toda vez que la pintura

impone sus reglas sobre la realidad supuestamente conocida. Y todo enredado en la pulsión de juegos ópticos y paradojas que en las últimas pinturas descubren su lado más oscuro en un tiempo excitado.

Artísticamente autodidacta, inicia su trayectoria profesional en el año 1973. Pintor imbricado en los movimientos artísticos de los años ochenta ha sabido mantener la individualidad de su pintura en una continua evolución. Durante los años 92-94 ha residido en Madrid como becario de la Diputación de Zaragoza, en la Casa de Velázquez y en Roma durante el 94-95, en la Academia Bellas Artes de España. Se produce ahí un cambio importante en su obra.

Las dos becas concedidas influyen en un sustancial cambio. Pinta con tranquilidad. Dentro de una abstracción puede asegurarse que desde 1993 a 2000 se asiste a un período de plena madurez. Inicialmente y durante los años 1993 y 1994 la obra, -óleo sobre lienzo-, registra una combinación de la geometría con zonas evocando a pliegues, así como fondos planos o nubosos, sin olvidar las sugerencias espaciales. Desde 1998 la geometría, rectángulos y cuadrados, puebla el soporte, lo delimita y transgrede por su

informal ubicación generando un tenue movimiento. El muy atractivo color, las insinuaciones espaciales cual ventanas, las áreas herméticas, la ruptura del equilibrio general, lógico, mediante la geometría y la perfecta interrelación de las partes, muestran una obra de total excepcionalidad.

Gusta de la geometría pura y dura porque «ayuda a ordenar cosas». Es por ello que trabaja siempre a partir de elementos muy sencillos, el círculo, el cuadrado, las formas planas, buscando sensaciones falsas de profundidad, de desenfoque, de movimiento,

tensiones cromáticas y unos planteamientos muy constructivos.

Un mundo extraño entre lo figurativo y lo abstracto. Frente a todo ello crea un territorio de ambigüedad.

En sus últimas pinturas hay una mayor riqueza y sutileza plástica. Sus imágenes crean volúmenes, intenta conjugar la abstracción con alusiones a realidades externas. A ello contribuyen las formas asépticas y los colores matizados.

Se evidencia siempre una técnica precisa y unos elementos bien manejados y estructurados. Por su parte, Enrique Larroy ha subrayado, que sus influencias más notorias «son ?todos aquellos artistas que utilizan el color y la geometría de una forma poco convencional, transgresora». Y ha agregado que «utiliza una paleta de color muy agria, con colores más próximos a la sociedad de consumo que a la naturaleza, con el fin de crear ?inestabilidad óptica y agresividad visual».

Chus Tudelilla, -que fue la comisaria de su reciente exposición en el Museo de Teruel-, comenta: «el propósito de Larroy en Pintura Corriente es abordar la pintura en su poética misma: se trata de posar la mirada en la superficie del cuadro para así aproximarnos al acto de pintar, con el deseo de comprender desde el análisis crítico, y por supuesto desde la soberana intuición, los mecanismos puestos en práctica por el pintor para permitirnos ver.

La pintura hace entonces acto de presencia, dirigiendo la mirada de quien la contempla hacia ámbitos insospechados, arrumbando certezas y propiciando desvíos impredecibles en las huellas de la acción de quien las ejecuta».

Galería Siboney

Castelar, 7 39004 Santander