"GUILLOTINA" es el nombre del proyecto que LLUÍS HORTALÀ presenta en el Centre d’Art Tecla Sala
Día 27 de junio a las 19:30 - Presentación del catálogo + visita comentada con Oriol Fontdevila y Lluís Hortalà

Lluís Hortalà (Olot, 1959) transforma el trampantojo (trompe-l’oeil)1 en una máquina de pensar. Una formación estricta en las antiguas técnicas de la pintura decorativa en la escuela Van der Kelen Logelain (Bruselas), así como cuatro años de trabajo de taller, constante y minucioso, han sido necesarios para completar una trilogía que cuestiona el arte como tecnología de poder desde sus propias cualidades formales y materiales.
El planteamiento es en apariencia frívolo, como lo sería una tragicomedia rococó: Hortalà personifica la vanidad de María Antonieta y la condesa Du Barry en dos estructuras de madera que simulan ser las chimeneas de los salones de Versalles donde se alojaban estas dos damas. La primera es de un refinado gusto neoclásico; la segunda, de un insultante gusto borbónico, voluptuoso y casi pornográfico.
La repetición de las dos chimeneas marca los pasos —como en una danza— de tres capítulos con los que Hortalà resigue las disputas personales que tuvieron ambas cortesanas y su repercusión en la diplomacia europea del siglo XVIII. No tarda en aparecer un tercer actor: el museo —bajo la forma de zócalo del Louvre de París, primero, y de la National Gallery de Londres, después. Hijo del momento revolucionario que puso fin a la vida de ambas damas, el museo aparece aquí como la guillotina que propició abruptamente un cambio de época, a la par que un cambio irreversible en el estatus del arte en el mundo occidental.
El discurso civilizador del museo supuestamente liberó al arte de la seducción, de la fastuosidad y del engaño que de un tiempo a esta parte se atribuía al arte nobiliario. La recuperación del trampantojo permite a Hortalà poner de nuevo ambos mundos en tensión y plantea posibilidades alternativas en el marco de su interdependencia. El conjunto de «formaciones anacrónicas» que el artista despliega con la exposición desafían a los espectadores desde la propia corporeidad, poniendo en juego los ojos con que se proyecta la mirada. A su vez, al actuar en el museo desde su reverso ancestral, se configuran como una intervención en el régimen institucional en que se apoya el arte actual.