Juan Curto. Alfonso Brezmes en la Galería Cámara Oscura: Espacios Privados
Inauguración 26 de mayo de 2011.
Hasta el 30 de julio de 2011.
Este nuevo proyecto indaga en el concepto de “espacio privado” como lugar donde
suceden las aventuras más intensas pero menos perceptibles a simple vista:
Ningún lugar está aquí o está ahí.
Todo lugar es proyectado desde adentro.
Todo lugar es superpuesto en el espacio.
Oscar Hahn
Los espacios privados se comportan, por una parte, como un núcleo cerrado al que
resulta imposible acceder para el que está fuera de ellos y del que es imposible salir para el que
ya estaba dentro. En este sentido, estos espacios privados evidencian la incomunicación, a
veces intencionada, a veces resultante de la frustración social, que caracteriza el desarrollo de
las sociedades urbanas contemporáneas, y que acaba desembocando en la conversión de
nuestras vidas -la de cada uno de nosotros- en una suerte de burbujas aislantes en las que
resulta cómodo vivir sin implicarse, pero que puede acabar convirtiéndose en una experiencia
frustrante. De igual modo, se trata también de un acercamiento al concepto de espacio como
aquel reducto de intimidad esencial al ser humano, ser social por naturaleza, pero sin cuyo
ámbito privado la vida quedaría reducida a un desierto demasiado árido para ser habitable.
Estos espacios ajenos se configuran por tanto como una especie de habitáculos translúcidos
transparentes para el espectador, que asiste al espectáculo que se le ofrece a modo de un Big
Brother omnipresente, sin capacidad de interferencia pero sí de observación, actuando como
aquellos fanales donde se colocaban a las imágenes sagradas.
El proyecto de Alfonso Brezmes aborda de esta forma el exhibicionismo social, propio
de las sociedades actuales, dentro de su peculiar imaginería a medio camino entre la realidad y
la ficción, donde se nos invita a asistir a las “fotos fijas” de vidas de gente que en realidad no
conocemos pero cuyos salones, cocinas y cuartos de baño podemos fisgar. Aunque, en
realidad, nos sigan quedando tan lejanos como la distancia que separa nuestros propios
espacios privados de aquellos del papel couché.
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