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Norberto Dotor. Jacobo Castellano en la Galería Fúcares de Madrid: Dos de pino

Del 13 de septiembre hasta el 8 de noviembre de 2012.

Dos de pino

Los relatos historiográficos en torno a la tradición artística española se han construido en función a algunos vectores de creación que se han venido repitiendo, o recuperando, constantemente hasta erigirse en aspectos identitarios. Uno de ellos sería el vinculado a lo grave, la extremosidad, la violencia o la expresividad (temática, lingüística y de materiales). Otro sería el de lo grotesco y lo esperpéntico, que a lo largo del siglo XX fueron reeditados y re-categorizados en lo buñuelesco y lo berlanguiano, y que no dejan de ser, en muchos casos, una visión social y antropológica.

Dos de pino, la tercera exposición de Jacobo Castellano en el espacio madrileño de Fúcares, demuestra cuán convergente puede hallarse el artista andaluz con esos posibles rasgos seculares de los cuales no reniega. El conjunto que ahora presenta no ha perdido el caudal poético, la cercanía y, a un tiempo, la contundencia de los materiales que lo caracterizan, en su mayoría desclasados, pobres y desechados. Ilustradora resultaría la armónica violencia de Postura. Tampoco se ha perdido el sentido íntimo y familiar de los mismos, ajenos a cualquier sesgo neutro o aséptico, y que hacen aflorar lo vivencial y el inexorable paso del tiempo. Como una suerte de ruinas, muchos de esos elementos presentan no sólo el porte heroico de lo que resiste, sino el eco de lo vivido.

En esta ocasión, Jacobo Castellano no se centra en revisitar la casa que habitó en la infancia, uno de los motores de su obra, ámbito de la memoria, cantera de experiencias, yacimiento de materiales para sus ensamblajes e incluso espacio protagonista en algunas de sus exposiciones anteriores. Una imagen como Arqueología doméstica vendría a ilustrar su estrategia –una poética- de búsqueda de sí mismo, de exhumación de un pasado, de rememoración y de vivificación de recuerdos asociados a ese entorno doméstico-familiar.

No obstante, la infancia no ha desaparecido de su universo. Alguna pieza como Pelele alude a lo infantil y suma quizás una visión grotesca que la convierte en una metáfora de nosotros mismos. En Malos tiempos, un caballo de cartón, es violentamente rajado, albergando en una de sus mitades una figurada habitación en la que un vaso de leche reina como símbolo de la infancia del artista.Pero Malos tiempos puede actuar ante todo como metáfora acerca de lo infantil gracias a que la idea de la destrucción, de destripar los juguetes y la posterior recomposición de los restos, como si de un ensamblaje se tratara, se relaciona con una primera pulsión creativa en el niño. Baudelaire señaló en Moral del juguete (1853) que el niño destruye el juguete en pos de encontrar el alma de éste. Ese instinto late en Castellano , quien busca y necesita no sólo el alma de los elementos que recupera, sino los posibles relatos o historias que atesoran.

El abandono del ámbito doméstico ha granjeado, a cambio, un Jacobo Castellano que reacciona ante la situación social, aunque –como no puede ser de otra manera en él- obviando lo político y lo explícito. Aquí surge con fuerza una rama de lo expresivo como es lo grotesco –lleva un juicio de valor aparejado- que dominan algunos personajes y algunas situaciones, descabelladas y cómicas, como la que escenifica Ya son ganas. Tal vez reflejos de la realidad. En este sentido, y a diferencia de exposiciones anteriores, Castellano introduce la figura humana, aunque formulada desde lo grotesco y mediante el assemblage y el collage.: Bebedor 01, Bebedor 02, Pelele o incluso los reyes de Dos de pino, aun cerca del homúnculo y puede que del ridículo, suponen la inclusión de lo antropomórfico. Lo humano queda ba hasta ahora denotado por la inclusión de objetos que actuaban a modo de sinécdoque (unos simples zapatos nos advertían de la presencia); algo que aún observamos en Ya son ganas, donde hábilmente esos zapatos invitan a ponernos en el lugar de alguien que mira a una nariz de payaso prendida de un amenazante garfio.

En función a esa visión de la realidad social pueden adquirir nuevos significados iconos de su trayectoria, como es la aproximación y relectura de las andas procesionales de la Semana Santa. Así, en Paso, la estructura escalonada (candelería) que sostiene las velas se convierte en una grada o tribuna, tal vez parlamentaria, tan alejada del suelo como de la realidad. Ésta se elevaría con el esfuerzo del Hombre que, oculto por los faldones, acarrea, cual penitencia, el peso de lo que porta.

En cualquier caso, por encima de la interpretación de sus piezas desde lo contingente y lo contextual, sus imágenes, artefactos o precarias máquinas simbólicas han de ser valoradas como poéticas y contundentes indagaciones en la identidad y en la condición humana –un autorretrato- mediante los materiales y objetos que acumulamos y desechamos y que nos reportan estados emocionales, recuerdos, anhelos y miedos (violencia, castigo, o incapacidad).

Juan Francisco Rueda

Galería Fúcares, Madrid.

Conde de Xiquena, 12- 1º izq

Madrid