ENG

 

Buscar

 

contacto

Contactar con el IAC

Nuevo libro de Ángel Cerviño: ¿Salpica Dios como un expresionista abstracto?

Este proyecto narrativo, que bien podría subtitularse aventuras y desventuras de un narrador omnisciente, aborda, a través de un collage de voces y cuadros escénicos, los conflictos, algo más que alegóricos, de un narrador omnisciente que ve arrebatados sus derechos de autoría, y aun su propia existencia, por un autoproclamado todopoderoso, omnipresente -y siempre invisible- Autor.

El narrador, aliado al fin con algunos personajes de los relatos en que está trabajando, comenzará una infructuosa (y descacharrante) quête del Ser que parece dirigir sus destinos, con el propósito de presentarle uno y otros sus reclamaciones.

Balanceándose en incontables idas y venidas, trastabillando en acuerdos transitorios, asentado sobre un fondo resbaladizo e inestable en el que ningún desarrollo parece el definitivo y ninguna decisión irrevocable, el pacto de lectura acabará por convertirse en el verdadero protagonista de la obra.

capa_salpica-pequen%cc%83a

(Portada: Imagen de Isaac Pérez Vicente)

Ángel Cerviño. Ha publicado los libros: ¿Salpica Dios como un expresionista abstracto? (Editorial Balduque, Cartagena, 2016), Impersonal (Amargord Ediciones, Madrid, 2015), ¿Por qué hay poemas y no más bien nada? (Amargord Ediciones, Madrid, 2013), El Ave Fénix solo caga canela, y otros poemas, con el que resultó ganador del XV Premio de Poesía Ciudad de Mérida, (DVD Ediciones, Barcelona, 2009), Teleprompter (Centro Torrente Ballester, Ferrol, 2009), Kamasutra para Hansel y Gretel (Ediciones Eventuales, Madrid, 2007), y numerosos textos críticos en torno a las nuevas prácticas artísticas en revistas, catálogos y publicaciones de arte contemporáneo.

Texto contraportada:

"No sé si ya lo he dicho antes: trabajo de narrador omnisciente -¡con algo hay que ganarse la vida!- y mi misión, como es público y notorio, consiste en saberlo todo acerca de la historia de que me ocupo en cada momento; los vericuetos encubiertos de la acción o las condiciones atmosféricas de cada escenario no deberían tener secretos para mí, he de estar también advertido del disimulado afecto o la animadversión declarada que los personajes se profesan, de sus fobias y filias más privadas; mi tarea es ordenar y dosificar, siguiendo prefijadas pautas y estrategias, la información que el autor se muestre dispuesto a suministrar al lector. Nada debería escapárseme, al menos ese era el plan, pero me temo que el artilugio ya no funciona exactamente así en los últimos tiempos, a veces tengo la sensación de que ellos –los personajes- van por libre y hacen lo que les da la gana, incluido jugar conmigo al escondite, como acaba de verse. No, no corren buenos tiempos para nuestro gremio, no abunda el trabajo y en el poco que hay las condiciones laborales resultan cada vez más degradantes. Se nos exigen claudicaciones impensables hace sólo unas décadas: poner voces, disfrazarnos y, como un personaje más, salir temblorosos a escena con nuestros mal memorizados parlamentos -¡lo nunca visto!-; de un tiempo a esta parte la situación contractual se ha desquiciado y cualquier autor recién llegado nos lleva y nos trae a los narradores de la ceca a la meca, haciendo cabriolas y equilibrios sobre una lata como cabra de gitano, en fin, y perdonen el galicismo, se espera de nosotros que juguemos un papel.

¡Cuánto daño ha causado a esta profesión la metanarrativa!"