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Realidad, tiempo y artificio. Naturaleza muerta y vanitas en la cultura barroca | Fundación Caja de Burgos

Del 21 de octubre de 2021 al 30 de enero de 2022

Vanitas y naturaleza muerta responden a una retórica similar: contener, detener el instante y mostrar al espectador las dos caras de la realidad. El gozo de la belleza y su fugacidad; la atracción por la exuberancia y el placer frente a su dispendio; el simulacro visual contra la realidad; lo eterno contenido en un instante.

La exposición de Cultural Cordón reúne un centenar de pinturas, esculturas y objetos de los siglos XVI, XVII y XVIII, divididas en cinco secciones. En la nómina de autores y atribuciones sobresalen los nombres de Alejandro Loarte, Antonio Ponce, Luis Meléndez, Tomás Hiepes, Pedro Camprobín o Juan Van der Hamen entre los españoles; el de la portuguesa Josefa de Ayala; Francesco Noletti, Paolo Porpora o Giovanni Stanchi entre los italianos; Abraham Brueguel, Peter Claesz o Gaspar Peeter Verbruggen entre los flamencos; Frederiksz van Royen, Meiffren Conte entre los holandeses y franceses en una relación que aún contiene numerosas sorpresas en pinturas y objetos procedentes de diversas escuelas europeas.

 

Del natural artificio

El bodegón como género pictórico. Imagen y encarnación de una realidad cotidiana

Durante siglos la pintura dedicada al género de la naturaleza muerta ha sido valorada por su calidad imitativa. La descripción de los objetos requería que la pericia del pintor fuera capaz de provocar incredulidad y confusión en el espectador. Ese buscado desconcierto requería por parte del artista superar el corsé de lo artesanal y exhibir su inventiva con la composición y con la asociación original de frutos, flores y objetos inanimados. En esta sección nos encontramos con obras de los círculos de Alejandro de Loarte, Blas de Ledesma, Antonio Ponce, Giuseppe Recco o Miguel March.

 

Un mundo de tramoya y trampantojos

La representación de la naturaleza muerta y la vanitas. Lo simbólico y lo poético en la hermosa imitación de lo visible

Vanidad de vanidades, todo es vanidad, se dice en el Eclesiastés, origen etimológico de la vanitas. En castellano el término que mejor resume el concepto es “desengaño”. En el Barroco hispánico “desengaño” y vanitas caminan de la mano. El “desengaño” ha sido definido como una especie de sabiduría que permite al hombre mirar las cosas al margen de su apariencia, indagando sobre su verdadera esencia, para asumir nuestro carácter perecedero en un mundo de apariencias y engaños, un mundo de tramoya y trampantojos. Naturalezas muertas atribuidas a Juan van der Hamen, Pieter Claesz, Miguel de Pret, Tomás Hiepes, Josefa de Óbidos o Pedro Camprobín; trampantojos de Pedro Acosta, Bernardo Germán Llorente; vanitas de Francisco de Solimena, Jacob de Backer y delicadas esculturas alusivas al paso del tiempo conforman este capítulo.

 

Del natural perecer y de los objetos sin vida

Genealogía de un género en la Europa barroca. Flandes, Italia, España

En la pintura flamenca no es extraño encontrar recursos veristas que propicia la extensión del empleo del óleo desde la Edad Media. Con esta técnica los pintores eran capaces de replicar las texturas de los tejidos, emular los brillos metálicos y sugerir la transparencia de vidrios y atmósferas. En Italia las novedades técnicas flamencas fueron pronto conocidas. Es muy probable que en España aparecieran bodegones exentos a finales del siglo XVI, pero lo relevante es que a mediados del siglo XVII el género de representación de los objetos inanimados, esos “trozos de realidad” como han sido llamados, son demandados por el público y, por tanto, atractivos para los artistas. Los bodegones con animales de Tomasso de Campana, las lujosas mesas de Meiffren Conte, las composiciones florales de Abraham Brueghel, Benito Espinós o Gaspar Peter Verbruggen o la vanitas de Edwaert Collier rivalizan en belleza en este ámbito.

 

De la vanidad del mundo y la virtud del alma

Materialidad, alegoría y metáfora literaria

Una de las temáticas asociadas a la vanitas es el “abandono del mundo”. Nada de cuanto atesoremos nos sirve al final de nuestros días. Dignidades, poder, riqueza… ni siquiera el conocimiento, representado por los libros, permanecerá a nuestra muerte. El pábilo humeante de la vela nos advierte del tiempo ido, de la vida consumida. San Jerónimo y María Magdalena comparten un mismo ideal ascético: el retiro extremo, la renuncia completa a cargos y facilidades o la expiación absoluta del pasado. Pinturas de escuela italiana en la senda de Guido Reni, de la flamenca en la de Ambrosius Benson, de la española en la de Mateo Cerezo comparten con la reflexión sobre la edad del hombre y su perecedero pasar comparten este apartado.

 

Verdad y tiempo. Consejeros muertos son las pinturas

Imagen religiosa y recuerdo tangible

La cultura barroca es consciente de lo efímero de nuestro paso por el mundo. La muerte es el despertar, el momento en el que el engaño se disipa. Los relojes no son medidores del tiempo, sino despertadores de la conciencia. No ha de extrañar por tanto la crudeza de las representaciones. En ocasiones se llega a lo escatológico, si es necesario, en la búsqueda de la verdad. Las reliquias, las degollaciones, las calaveras, los martirios o las tentaciones son espejos de lo que somos.