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Vacas

Elena Vozmediano

Publicado en Looc, diciembre de 2008

Mientras en un creciente pero minoritario sector de la población existe una pasión por los museos y las exposiciones, el resto contempla el arte actual de manera negativa, en un rango de sentimientos que va del desinterés al desprecio. En la edad contemporánea el arte se ha ido distanciado de la sociedad por su experimentación formal, sus exigencias intelectuales y, sobre todo, porque ha dejado de ocupar un lugar en el espacio público. La calle es el lugar para retomar el contacto. Lo demuestra el éxito de determinadas propuestas arquitectónicas de estética muy actual, en la linde con lo artístico, que son multitudinariamente admiradas sin los recelos que suscitan las artes plásticas. En lugar de comprender el potencial educativo y cultural del arte en la calle, la mayoría de los ayuntamientos se contentan con colocar en rotondas y parques adefesios de toda condición, que nada aportan al debate estético ni a la vida ciudadana.

En enero nos van a llenar Madrid de vacas. Se trata de una gran operación de marketing que ya se ha desplegado en otras ciudades del mundo y que utiliza a los creadores para dar un barniz de “interés público” a lo que no es sino un innovador soporte publicitario. Las marcas patrocinan la “customización” de un molde, se mantiene el ganado en la calle durante unos meses y luego se subasta, en Christie’s, dedicando una parte de los beneficios a asociaciones benéficas: una coartada políticamente correcta para el negocio de unos cuantos. Por lo que sabemos, no habrá artistas de alto nivel entre los decoradores. Es una tónica en el arte callejero madrileño ?no confundir con las pintadas?, dominado por grupos venatorios, alguna que otra estructura geométrico-arquitectónica y anacrónicos bustos de próceres. Es curioso que las más visibles de las últimas incorporaciones al patrimonio escultórico madrileño sean descomunales cabezas: las de Manolo Valdés en Barajas o en el parque del Manzanares y las de Antonio López en Atocha. El último grito en arte... Hay que valorar iniciativas como Madrid Abierto, que se celebra desde hace unos años en coincidencia con ARCO, y algunas de las intervenciones de La Noche en Blanco ?un visto y no visto?. Pero el 1% de los presupuestos de las obras públicas que las administraciones deben dedicar al patrimonio artístico debería ser fuente de financiación para un activo programa de arte en espacios públicos, permanente o efímero, que creyera en la capacidad del arte para enriquecer la ciudad, para hacerla más habitable, más consciente, más culta y cosmopolita.

Recientemente, el ayuntamiento de Madrid ha constituido una “comisión de calidad urbana” que se ocupará del “paisaje urbano y el patrimonio edificado” (de nuevo, nada se concreta sobre las artes) y en la que han sido invitados a participar, junto a una mayoría de representantes políticos, varios arquitectos, un historiador, un diseñador y una artista. Supongo que el asunto vacuno no ha sido sometido a su aprobación; cada junta municipal decide sobre la “decoración” del área bajo su mando, y así nos va. En agosto se nos hizo saber que, tras las primeras deliberaciones de esa comisión, se abre una moratoria para la instalación de “monumentos” en el centro histórico, y que sólo se permitirán las intervenciones artísticas en las nuevas áreas de desarrollo urbano. La consigna parece platónica: expulsar al artista de la República.