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Vitor Mejuto en la Sala de IEM en Gondomar: My Favorite Things

Inauguración: 18 de marzo de 2011

Hasta el 13 de abril de 2011

Ni una esfera achatada, ni el cubo de Rubik de un archivo, y mucho menos un triángulo que conecte valores clásicos como la belleza, el bien y la verdad. El mundo, la vida, se trazan con el compás y el tiento de la mano de cada cual. Aunque nos creamos ortogonalmente firmes, como pies derechos a 90 grados sobre la línea de la tierra, nuestras cosmogonías se construyen sobre un ángulo romo, contrapunto muelle que acoge y humaniza el aparente hermetismo de todo sistema que se pretenda implacablemente racional.

Como a muchos creadores, así le sucede a Vítor Mejuto, artista, pintor convencido, y también fotógrafo habituado a las imágenes de la actualidad diaria. Nacido en Barcelona en 1969 y residente en Galicia desde los diez años, a Mejuto le gusta planear y escrutar con su mirada, entrando y saliendo del círculo de la Historia del Arte, desde los vanguardismos históricos de comienzos del siglo XX a las miradas relacionales del 21, haciendo parada y fonda en la abstracción geométrica y en la pintura de campos de color. Pero la suya no es la línea plana de quien se ensimisma ante un espejo relamido, sino que va en busca de la tensión, de los vectores de fuerza que se establecen en la construcción de las formas y en su interrelación. Mejuto descarta el cuadro como ventana, dispuesto para cualquier narración en su placidez rectangular, y deconstruye su planitud con la agudeza enérgica del rombo, con el ziz-zag de asimetrías y pliegues, con suaves curvas angulares, con un reduccionismo que trasciende la austeridad gracias a su generoso empleo del color.

Asentado en el dinamismo inquieto de una silla tubular, Mejuto busca y aguarda la emergencia de las imágenes, de las formas con sus estructuras y sus articulaciones. De la idea al soporte, de su cabeza a sus manos desfilan, como en una cinta de Moebius, todos los nombres de su fértil genealogía artística: Malevich, El Lissitzky, Mondrian, Albers, Motherwell, Stella, Newman, Noland, Oteiza, Chillida, Vasarely, Palazuelo, Labra, Halley... También, cómo no, arquitectos y diseñadores: Aalto, Le Corbusier, van der Rohe, Breuer, Jacobsen, Panton, Saarinen... La visión de conjunto nos ofrece todo un homenaje al Movimiento Moderno, desde el constructivismo soviético al minimalismo y neo-geo norteamericanos, pasando, entre otros, por la Bauhaus, el funcionalismo del International Style, el arte óptico, la abstracción postpictórica o los hallazgos del diseño industrial.

Un mundo troquelado, pero no por la frialdad de una cizalla insensible, sino por brochas que trazan, delimitan, cortan, llenan, generan densidades diáfanas y tempos lentos de acordes cromáticos. Iconos y alegorías de formas y objetos que, a la postre, nos resultan familiares en el redescubrimiento a través de sus títulos: Biombo, Periscopio, Alambique, Scalextric, Sillas apilables, Sala de espera, Reloj de arena, Abrecartas, Celosía, Mantis religiosa, Ecografía, Ícaro, Gárgola, Grial, Sueños de un linotipista, … Todo un patroneo conceptual previo y una práctica pictórica que hacen de la cinta de carrocero un remedo de la venda, y del pincel un bisturí que persigue anatomías soñadas. Cuerpos que se encarnan en volúmenes planos; que se buscan, como el del propio Mejuto, en sus recurrentes y progresivas Visitas al sastre, una serie de elocuentes modelos para armar que invitan a la más cordial rebelión de los polígonos.

Con esta nueva cita en tierras de Gondomar, en el centro cultural de Ponte das Rosas del Instituto de Estudos Miñoranos, en una sala de exposiciones que hace gala de un espíritu y una programación muy constructivistas, Vítor Mejuto despliega sus ejes y nos ofrece sus Favorite Things, sus cosas favoritas, a través de sus obras más recientes. Un título-guiño, como suele ser habitual él, que pasa también por las referencias sonoras a modo de BSO. En este caso, My Favorite Things presenta dos opciones: la canción del musical de Broadway, Sounds of Music (1959), que después inmortalizó Julie Andrews en la película Sonrisas y lágrimas (1965), o la muy libre versión instrumental que John Coltrane, toda una leyenda del jazz, interpretó durante los años sesenta. Elijan al gusto, pero… ¿por qué no ambas las dos?. Al fin y al cabo, voz cantante o sonido de saxo, las cosas se nombran para que existan y nos reconozcamos en ellas hasta percibirnos más completos. Ya sea a través de la música, de la palabra, o de estos cuadros de Vítor Mejuto, representaciones de unas realidades que toman forma y emprenden un nuevo camino de vuelta hacia los ojos y sentidos del espectador. #

Seve Penelas

AULA DE CULTURA PONTE DE ROSAS

Avda. da Feira, 10

Gondomar