ENG

 

Buscar

 

contacto

Contactar con el IAC

RAMÓN ISIDORO. VUELTAS Y REVUELTAS DE LO PICTÓRICO

Últimos trabajos del artista Ramón Isidoro en la Galería Cornión de Gijon

"Ramón Isidoro. Vueltas y revueltas de lo pictórico"

Jaime Luis Martín

Las prácticas pictóricas de Ramón Isidoro se encuentran enredadas desde sus inicios en la abstracción expresionista, que se ha venido agotando en su propia dicción y desde los años ochenta “ha venido estando sometida a permanentes revisiones(…) bajo parámetros conceptuales y formales”[1] que, sin duda, han afectado a los planteamientos del artista, desenredando cualquier ensimismamiento y abriendo nuevos territorios, sin rupturas, pero escenificando “un cierto paisaje en calma y que, sin embargo,  nos produce cierta desazón a la par que fascinación en su quietud”[2]. En estas vueltas creativas halló desvíos minimalistas o fue más receptivo a contagiar la pintura con la fotografía y el neón. Pero en estos procesos no encontramos una línea de progreso, sino que hay continuas vueltas atrás, “como una turbulencia o mejor declinación caótica, pero también es la posibilidad para configurar una forma tan elemental como intensa”[3].

 

La dificultad para enfrentarse a la pintura de Ramón Isidoro radica en el hecho de que tan pronto se aproxima a lo indecible, al silencio, en atmósferas recogidas sobre sí mismas, vacío y ausencia, de impenetrable significado, como se acerca a un desbordamiento de lo sensitivo, una oxigenación de la pintura que revive en su aura. En el primer caso la poesía se evoca “pero sin perder en ningún momento la especificidad del medio sobre el que trabaja, y que en este caso es la pintura”[4], punto de partida y puerto de llegada, “extensión del vacío en las estancias del amanecer”[5], otra vez su admirado Valente que hace enmudecer la voz cuando desciende por los ríos “hacia el costado oscuro de la ausencia”[6]. La música trae hasta la superficie la explosión de los sentidos. Su colaboración con el grupo Manta Ray como iluminador escénico establece conexiones pictóricas, así como su percepción de lo musical a modo de red de nodos armónicos que sustentan sus procesos creativos.

 

En el Fulgor, su muestra en el Museo de Bellas Artes de Asturias, la pintura-construcción, los significantes y significados, las telas doradas, la fuga visual, los reflejos lumínicos, conforman un conjunto que “no es más que una especie de juego de sinestesias reducidas a una mínima expresión con el fin de ahondar en la percepción”[7].  En sus piezas crea planos diferentes, rompiendo la bidimensionalidad, con fuertes contrastes de color y lumínicos, aproximándose a lo escultórico o directamente fusionando ambas disciplinas, haciendo difícil distinguir sus escenarios pictóricos de sus recorridos en torno a la escultura, situándose en los umbrales, desplegando una gran potencia visual, “un arte que quiere experimentar en los límites, entendidos estos últimos en el sentido de transiciones, antes que de rupturas”[8].

 

Con motivo del trabajo de escena que realizó para la gira Mundos inmóviles derrumbándose de Nacho Vegas los motivos circulares se introducen en su obra, una explosión de color, formas geométricas que se desplazan sobre una apariencia plana y aunque no se pueda percibir el movimiento, el ritmo de estas esferas, su dinamismo contagia toda la pintura, evidenciando sus vínculos sinestésicos. Por contraste en otra serie de esferas se elimina el color y los juegos en blanco y negro desplazan hacia la noche lo sustantivo. 

 

Todas estas vueltas y revueltas, idas y venidas pictóricas, se aproximan a la búsqueda de salidas para la pintura, consciente, el artista, de que se puede “concluir que cuando termina el juego de la “pintura moderna” eso no significa necesariamente que el juego de la “pintura” haya llegado a su fin: este arte tiene muchos años por delante.  Pero la situación es aún más complicada pues el juego de la “pintura moderna” era el juego del fin de la pintura”[9]. A Ramón Isidoro todavía le queden algunas apuestas que realizar con el acrílico o el óleo, incorporando la abstracción, envolviéndose en lo fotográfico, desplazándose hacia el minimalismo, absorbiendo lo poético e imaginando las atmósferas. Todavía le queden imágenes construidas con ausencias, con nostalgias, con una pintura que va camino de alcanzar el fulgurante silencio.

 

 

 

 

 

[1]Javier Hernando Carrasco, Atmosferas Fulgurosas, catálogo de la exposición Hypersonyc Paintings, Museo Barjola, Gijón, 2016

[2]José Gómez Isla: “Ramón sin norma” en Ramón Isidoro. Mirando musarañas, Galería El Gayo Arte, Madrid, 1998, p. 5

 

[3]Fernando Castro Flórez, GELASSENHEIT. Una nota sobre la pintura de Ramón Isidoro, tríptico de la exposición Obstinación. Sala 1 del Antiguo Instituto (Fundación de Cultura de Gijón) 

 

 

[4] Javier Hernando Carrasco, Op. Cit.

[5] José Ángel Valente, El fulgor. Antología poética 1953-1966, Galaxia Gutenberg, Barcelona 1998, p.273

[6]Ibid.

[7] Inma Prieto, El principio de la fuga, Fulgor, Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo,2013

[8] Alfonso Palacio, Deber de toda luz, Fulgor, Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo,2013

 

[9] Boys, Yves-Alain, citado en David Barro, Antes de ayer y pasado mañana. O lo que puede ser la pintura hoy, AIE-MACUF, Artedardo, SL, A Coruña, 2002, p. 41. Original: Boys, Yves-Alain, Paintig as Model, The MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 1991