Antecedentes: desmantelamiento de la Fundación CASA
Artículo de Elena Vozmediano publicado en la edición digital de El Cultural en agosto de 2003
El golpe se ha dado en pleno agosto, cuando los periódicos funcionan a medio gas y algunos suplementos culturales, como éste, se toman unas vacaciones. Una “lanzarotada”, como ya es habitual decir en la ciudad. Sin previo aviso y sin explicaciones, el alcalde Julián Lanzarote (mayoría absoluta del PP) ha desmantelado en la práctica, aunque aún no jurídicamente, las dos fundaciones creadas hace sólo unos meses por él mismo para fomentar las artes plásticas, escénicas y musicales en sustitución (y en continuidad) del consorcio que gestionó las actividades de Salamanca Ciudad Europea de la Cultura 2002: la Fundación Centro de Arte de Salamanca y la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura. Han sido despedidas 27 personas. El fin de semana, los Ballets de Montecarlo no pudieron actuar en el teatro Liceo; el día 23 la exposición de la artista suiza Valérie Favre se abrió al público sin previa inauguración: el director del Centro de Arte de Salamanca, Alberto Martín, ya había dimitido. Hoy, en el CASA no queda más que el personal de vigilancia y limpieza. Y nadie se ha manifestado acerca de su futuro.
TRABAJADORES CACHEADOS, CERRADURAS CAMBIADAS
El lunes pasado, Francisco Blanco fue nombrado director de Salamanca Ciudad de Cultura. Al mismo tiempo que él entraba, comenzaban a salir los primeros trabajadores de esta Fundación, hasta un total dieciocho personas que han venido diseñando una programación en lo que a artes escénicas se refiere coherente y representativa de lo que se viene haciendo en Europa. Si durante Salamanca 2002, este equipo invitó a lo más granado de la escena española y trajo a compañías y artistas internacionales como Jean Fabre, el Piccolo Teatro di Milano, Sasha Waltz, durante este año ha seguido esta línea invitando al Ballet Gubelkian, artistas como Reinaldo Alessandrini, la Opera Helikond de Moscú, o PJ Harvey. Elena García Izquierdo, técnico de Artes Escénicas y Coordinadora de Recintos Escénicos, explicó a Liz Perales, de EL CULTURAL que “primero se comunicaron cuatro despidos argumentando que no habían superado el período de prueba establecido en el contrato, excusa que también ha servido para despedir al resto. El paso siguiente fue cambiar las cerraduras de los espacios escénicos y triplicar la seguridad del teatro Liceo, sede de la fundación, donde nos han cacheado y registrado al entrar y salir".
"No sé qué ha pasado -dice García Izquierdo- no hemos tenido comunicaciones más que por la prensa que ha informado que la Fundación quiere darle un nuevo enfoque a la cultura y se plantea nuevos objetivos como son los de sacar los espectáculos a la calle". En contra del equipo destituido juega también las críticas de ciertos sectores que han calificado de "elitista" la programación que hasta ahora han venido diseñando. "Tras Salamanca 2002 nos propusimos desde aquí hacer de la Cultura un servicio público que fuera una ventana de lo que en la actualidad se está haciendo en Europa y en el mundo. Queríamos también crear en esta ciudad universitaria una sólida base y situarla en el mapa cultural". García Izquierdo no cree tampoco que se trate de un asunto presupuestario, pues al parecer el Ayuntamiento quiere implantar una nueva estructura que ocuparía a un número similar de personas aunque prescindiría de la Oficina Técnica.
Por su parte, Isabel González, agente de Los Ballets de Montecarlo que debían haber actuado en Salamanca, en el teatro Liceo, comentó a EL CULTURAL que la suspensión de las dos funciones que tenían previstas para los días 23 y 24 de agosto tuvo lugar de forma imprevista y sin que los responsables de la Fundación Salamanca Ciudad y Cultura le dieran alguna razón. "Francisco Blanco me informó un día antes de que yo enviara el material de la compañía a Salamanca de que las funciones se suspendían por problemas técnicos. Le pedí explicaciones pero me dijo que no tenía por qué dármelas, que no era asunto mío, y que simplemente me acogiera a lo establecido en el contrato. En éste se dice que si el teatro suspende está obligado a pagar el 50 por ciento del coste de una de las dos funciones previstas". En opinión de González, esta situación es fruto de la politización que vive la cultura.
“UNA SUSTITUCIÓN DE VALORES”
Sólo unos días después le llegó el turno a la Fundación CASA. El Centro de Arte de Salamanca, ubicado en un singular edificio salmantino, la antigua cárcel provincial, comenzó sus actividades el 22 de abril de 2002. Se había acondicionado para albergar las exposiciones de la capitalidad cultural, y cumplió con brillantez su función. Una vez concluido el programa de ese año promocional, el Ayuntamiento, aparentemente satisfecho con su funcionamiento, decidió reforzar la autonomía y la identidad del centro constituyendo la Fundación Centro de Arte de Salamanca, presidida por el alcalde Julián Lanzarote. En abril de 2003 se hacía balance del primer año de funcionamiento: 31 exposiciones, muchas de ellas de artistas internacionales y algunas colectivas de tanta enjundia como la ejemplar “Comer o no comer”, una colección con más de un centenar de obras, 23 publicaciones y la creación de una biblioteca de arte contemporáneo. Ese mismo mes tuvo lugar la primera y última reunión del Patronato. En ella, se aprobó la plantilla, el presupuesto y el proyecto de contenidos propuesto por Alberto Martín. En mayo se hizo el proceso de selección de plantilla y a finales de mayo y principios de junio se firmaron los contratos. Indefinidos y con un período de prueba de tres meses. La semana pasada, la policía municipal entregó a los trabajadores del CASA sus cartas de despido, en las que se alegaba como motivo que no habían superado el período de prueba. Ni uno. Desde los coordinadores de exposiciones a la bibliotecaria, y hasta se rescindía al mismo tiempo el contrato con la empresa que cumplía los servicios de mantenimiento del edificio. Sólo el director se libraba. Pero seguramente sabían que Alberto Martín no iba a aceptar semejantes desmanes. Inmediatamente presentó su dimisión. El jueves, el alcalde anunciaba en rueda de prensa la disolución de la Fundación CASA.
Alberto Martín intenta explicarse a sí mismo esta decisión tan lamentable: “En ningún momento ha habido un cuestionamiento explícito de la labor del centro. De hecho, nunca en los meses precedentes había habido roces, manifestaciones de descontento por parte del Ayuntamiento. Nunca se convocó una reunión de Patronato para tratar posibles problemas de cualquier tipo. Las razones que alega el Ayuntamiento son que es necesaria un redimensionamiento económico de la Fundación CASA y que la unificación de las dos Fundaciones conlleva una reestructuración de la plantilla. El Centro de Arte, con todo su nivel de actividad, funcionaba con sólo ocho trabajadores (además del director). No creo que ningún otro museo o centro contara con un personal tan reducido. ¿Qué quieren reestructurar? Como mucho, se podría prescindir de un administrativo. El argumento económico no es creíble. Al tiempo que se realiza esta operación, se planea un Museo de Indumentaria Charra que ocupará un palacete vacío de Salamanca que hay que rehabilitar. ¿Es que les va a salir gratis? El dinero se destina a lo que se quiere destinar”.
Las razones, obviamente, son otras, aunque parece ser cierto que las cuentas municipales no están ni mucho menos saneadas. Martín lo interpreta así: “Se trata de una sustitución de valores. Lo que se pretende es olvidarse de la creación contemporánea para dar cabida a lo local y a elementos tradicionales”. Así parece confirmarlo el nombramiento de Francisco Blanco, que proceda del Centro de Cultura Tradicional de Salamanca, que ha dirigido. Pretende éste no tener nada que ver con los despidos y decía con cierta ingenuidad hace unos días en “Tribuna de Salamanca”: “El alcalde asumió en su día que era una decisión personal. Lo único que yo le puedo decir es que el modelo de proyecto en el que estaban esas personas no es el que me habían propuesto para el futuro y sobre el que me habían dado una autonomía total; de lo contrario, quizá no lo hubiera aceptado. Le aseguro que quiero creer que se han respetado escrupulosamente las condiciones de esos contratos; realmente quiero creerlo”. Y hasta produce cierta conmiseración cuando se lamenta: “Ahora me encuentro con un problema añadido, porque estoy yo solo en la Fundación, aunque cuento con el Departamento de Cultura del Ayuntamiento para tratar de mantener la programación sin personal propio. (...) Creo que lo importante ahora es delimitar el perfil de los puestos de trabajo que necesitamos para poner en marcha el nuevo organigrama, buscar los criterios de selección y contar cuanto antes con un equipo humano”.
A Alberto Martín le preocupa fundamentalmente la tremenda irresponsabilidad del gobierno municipal, su falta de respeto hacia el arte y los artistas. “Que hoy no haya nadie en el CASA tiene unas consecuencias nefastas que van a conllevar una pérdida total de prestigio para el Centro e, injustamente, para nosotros, sus responsables. Se han desmontado recientemente exposiciones y las obras están pendientes de devolución a los museos y colecciones nacionales e internacionales de los que proceden. ¿Qué van a pensar en esos lugares cuando llamen por teléfono para reclamarlas y les conteste un guardia de seguridad que no sepa darles explicaciones? De igual manera, hay obras de la colección del Centro que están en préstamo y tienen que regresar en las debidas condiciones. No hay un encargado de conservación que cuide de las piezas. Entre septiembre y octubre habíamos acordado una reunión de Patronato para presentar el programa para el año 2004, que estaba prácticamente cerrado. Hay muchos compromisos adquiridos, muchos acuerdos alcanzados que van a quedar en el aire. Lo mismo ocurre con las adquisiciones, para las que el CASA contaba con un presupuesto aprobado. Hay obras depositadas en el Centro que aún no se habían pagado pero cuya compra se había confirmado. ¿Se van a devolver? Encima de la mesa de mi despacho quedaron las pruebas de imprenta de la publicación que ultimábamos sobre la obra de Victor Burgin. Acabábamos de recibir el libro de Jeff Wall, que habíamos anunciado a todo el mundo y que ahí está en las cajas, no se ha mandado ni un ejemplar. Como no ha habido una transición, quien llegue ahora, si es que llega alguien, no sabrá nada sobre asuntos que hay que resolver de inmediato”.