ENG

 

Buscar

 

contacto

Contactar con el IAC

Avelino Sala presenta el proyecto "Action Painting" en ADN

ADN Galería

Del 19 de Enero al 18 de Mayo de 2019

Comisario Fernando Gómez de la Cuesta

Censura líquida: Las nuevas maneras para la represión, la castración y el anatema Estamos inmersos en un cambio de paradigma. Cada vez menos periódicos se imprimen en rotativas, nuestros teléfonos y ordenadores son canales permanentes de recepción y difusión de contenidos, la prensa, la radio y la televisión ya no poseen esa credibilidad ni ese monopolio que ha sido perturbado y usurpado por Internet, la mayoría de los libros y publicaciones han pasado a ser un archivo digital que puede leerse desde la pantalla del móvil y enviarse de manera inmediata a cualquier lugar del mundo, la red virtual es capaz de albergar todas las noticias, la mentira, la verdad y la posverdad, confundiendo certezas con emociones, mientras nosotros, completamente desbordados, nos convertimos en productores y consumidores de la desmesura en medio de la vorágine, en cómplices necesarios y alienados de este flujo inabarcable. La desmaterialización, la instantaneidad y la globalización en la transmisión de las noticias, ideas y opiniones, parece ponernos en el camino adecuado para alcanzar un alto desarrollo de nuestras libertades individuales y colectivas, una democratización primermundista del conocimiento y de la información con estética de igualdad y aspecto de progreso, un flujo tan imparable e inconmensurable que impide cualquier tipo de control, aunque sólo sea por su mero exceso. Pero eso, quizás, apenas sea una apariencia. Es cierto que es más difícil controlar lo inmaterial porque lo físico nunca escapa de su carácter corpóreo, porque para limitar lo tangible basta la barrera, la valla, el escudo, el borrado, el tachado, el fuego, la reescritura o la repintada. Sin embargo, en un mundo desmaterializado, el control ya no puede ser simplemente físico, por eso la censura ha tenido que mutar, que transformarse en algo tan fluido como lo fiscalizado. Ahora, la junta de interventores no son unos señores que visten de gris y se reúnen cada lunes, ya no es una comisión ni un ente, no es una estancia física ni un departamento gubernamental, la nueva censura es líquida y se nos inocula de manera sibilina en nuestros actos y en nuestro cerebro, sin apenas percibirlo, la nueva censura es autocensura, algoritmos, velocidad, homogenización, superficialidad, exclusión y poscensura, la nueva censura es invisible y despersonalizada. En cualquier conflicto, en cualquier batalla, los recursos sin dueño son aprovechados por todos los bandos, y el poder, desde su posición privilegiada, siempre los emplea con los mejores resultados. Avelino Sala lleva tiempo dejando en evidencia estas (infra)estructuras de ese poder dominante y globalizado, sus métodos de control, sus tácticas de manipulación, su obscena y oculta desproporción. Y lo hace desde un arte de acción, de demolición, conflictivo y beligerante, un arte tan frontal como sutil, tan físico como inteligente. Action Painting es un proyecto extenso que procura este desvelamiento a partir de la creación contemporánea, apelando a la pintura y a la pintada, enfrentándose a la facción material de la represión, a la más notoria, a los símbolos flagrantes de un poder que se ejerce desde las fuerzas del orden al servicio de la violencia institucional, de los escudos antidisturbios, de las pelotas de goma, de los uniformes, de los cascos y de las porras, una coacción que nos llega desde ese miedo que sirve para ocultar las otras armas, los otros resortes a los que se enfrenta el artista, mucho más profundos, mucho más peligrosos, aquellos que esconden las tácticas sibilinas de estados y corporaciones, de aquellos que permanecen camuflados para destruir nuestra libertad, de aquellos que nos tienen sometidos sin saberlo, unos métodos escritos con tinta invisible que no se perciben si no intermedia la performance de esta pintura de acción, de esta lucha desproporcionada del creador contra la nueva censura, contra la represión, contra la manipulación, contra el anatema, contra la purga sutil. El escudo antidisturbios es un objeto construido con la pretensión de ser invisible, un policarbonato transparente que no quiere ser visto a la vez que permite a su portador observar y vigilar a través de él, un dispositivo que parece de mera defensa cuando en realidad es de respuesta inmediata y de control contundente. Avelino Sala comenzó a emplear estos escudos como soporte para sus intervenciones pictóricas con la serie Give me Shelter en 2016, cuyo título ya anticipa una fricción entre significados contrarios, entre el poder coactivo del escudo y el concepto de refugio. En ella ya deja clara su voluntad de visibilizar y modificar la semántica de estos elementos intimidatorios gracias a la pintura lanzada sobre ellos con la vehemencia propia del opositor, el insurgente, el rebelde, el manifestante, el encapuchado, que entra en contraposición directa con los emblemas de poder, los logos, las banderas o las siglas, que están impresos en su superficie. Los escudos son puestos en evidencia por una acción artística que tiene tanto de poética como de violenta y que ahonda en una  investigación, ya clásica en el arte político, que se refiere a la contradicción ambigua entre protección y vigilancia, entre confianza y coacción, que se da entre los cuerpos de seguridad de cualquier estado y sus propios ciudadanos. Una intervención plástica y conceptual que descubre que, tras la función aparente de los escudos, se esconden las letras que dan forma a la censura. Hace apenas unos meses, en septiembre del año pasado, estas intervenciones realizadas en el espacio acotado, reflexivo y (des)controlado del estudio de Sala, se produjeron en la calle, precisamente en Barcelona, en una acción de la organización Arran. La realidad se servía de nuevo de una creación artística para tratar de conseguir sus fines, en este caso, el colectivo independentista catalán empleaba el recurso ideado por Avelino Sala con el mismo objetivo que lo usa el artista: hacer visibles los elementos casi imperceptibles del control y de la represión estatal. La poesía desnuda a la censura y el contexto físico es trascendido por lo virtual como nuevo campo de batalla. En esa desmaterialización, las imágenes digitales de las acciones de Avelino Sala, son tanto o más efectivas que la propia acción. En la era de la hiperconexión instantánea y de la transmisión viralizada de contenidos indiscriminados, los videos y las fotografías de esos escudos sepultados de pintura consiguen convertirse en iconos que representan la lucha del antivirus y del resistente: la del combate constante de la cultura y de la creación contra todo aquello que se oponga a la libertad de actuación y de pensamiento. Lo que vemos, lo que no vemos y lo que nos dejan ver, son las nuevas señalizaciones semafóricas que estructuran nuestra navegación por esa Red masiva donde todos estamos siendo permanentemente controlados, y que, Avelino Sala, propone también como zona de conflicto, partiendo de aquella utopía de un Internet de la emancipación absoluta, hasta llegar a la realidad distópica de un dispositivo censado y censurado hasta la extenuación, que penetra, incluso, en nuestro hogar, en ese lugar que debería ser nuestro último reducto de protección e intimidad y que, sin embargo, se ha convertido en la jaula de cristal desde la que nos exhibimos. Es por eso que las piezas de Avelino Sala apelan, fluctuando otra vez entre contrarios, a las tácticas clásicas de camuflaje militar, a la confusión de la mancha orgánica dentro de una misma gama de colores, a la oposición desde el ingenio y la fineza, a la ocultación de las verdaderas intenciones, para conseguir penetrar en las líneas enemigas y procurar, primero la defensa, y luego, la detonación de esa censura líquida que nos inutiliza y que, a toda costa, debemos impedir que nos someta.

Fernando Gómez de la Cuesta