La Colección DKV y el Museo Lázaro Galdiano proponen una nueva relectura de sus colecciones
Vista de la sala 9 del Museo Lázaro Galdiano con la obra de Alain Urrutia Beheaded Hans IV, Óleo sobre tela, 2012 de la Colección DKV© Tofiño
Rehabitar el espacio: presente, pasado y futuro
Comisarias: Alicia Ventura y Amparo López
Fechas: Del 23 de septiembre de 2016 al 15 de enero de 2017 (Inauguración: 22 de septiembre)
Organizan: DKV Seguros, Museo Lázaro Galdiano y Casa de Velázquez
Lugar: Museo Lázaro Galdiano.Visita incluida con la entrada al museo (entrada general 6€)
C/ Serrano 122. 28026 Madrid.
Cómo llegar
Horario: De martes a sábado de 10 a 16.30h. Domingo hasta las 15h. Lunes cerrado.
Más información: www.flg.es
Twitter: #ColDKVenMLG
Rehabitar el espacio: presente, pasado y futuro plantea una puesta en escena entre la Colección Lázaro Galdiano y las obras de arte contemporáneo de la Colección DKV Seguros en una nueva relectura de ambas colecciones, que se podrá visitar en el museo desde el próximo 23 de septiembre.
DKV Seguros, el Museo Lázaro Galdiano y Casa de Velázquez han unido sus fuerzas para organizar esta exposición en la que se exhiben casi medio centenar de piezas de arte español del siglo XXI distribuidas a lo largo de las cuatro plantas del museo, estableciendo vínculos inéditos con la memoria arquitectónica, artística y emocional de espacio.
La muestra incluye obras de artistas como Bernardí Roig, Eugenio Ampudia, Juan Manuel Castro Prieto, Patricia Dauder, Ignacio Llamas, Cristina Lucas, Nico Munuera, Alain Urrutia, Pablo Valbuena o Rosana Antolí. Además la exposición presenta por primera vez al público la obra Intervallum, realizada específicamente para la muestra por Manu Blázquez en el marco de la beca de residencia en Casa de Velázquez organizada por las tres instituciones implicadas en este proyecto.
Alicia Ventura, asesora de la Colección DKV y Amparo López, conservadora jefe del Museo Lázaro Galdiano, como comisarias de esta muestra, han realizado una selección que parte de la historia del edificio en el que José Lázaro Galdiano vivió junto a su mujer Paula Florido a principios del siglo XX. Cada una de las piezas de la exposición Rehabitar el espacio: presente, pasado y futuro remite de manera más o menos directa, a través de alusiones temáticas y conceptuales o de reminiscencias estéticas, a la función original de la estancia en la que ahora se exhibe. Tal y como señala su conservadora, “la museografía actual del Lázaro Galdiano se aleja de la recreación de la casa, cuyo uso original pervive únicamente en la arquitectura. Las obras de la exposición reactivan esta memoria latente, a través de un juego intelectual y sensorial que busca estimular en la mirada del espectador las conexiones entre el pasado y el presente”.
Las piezas seleccionadas —entre las que se encuentran esculturas, instalaciones, vídeo-animación, pintura, dibujo o fotografía— resultan representativas de la variedad y riqueza de la Colección DKV, de acuerdo con lo que Alicia Ventura define como un rasgo fundamental de la creación actual: la multiplicidad e hibridación de técnicas y formatos.
La exposición acoge casi medio centenar de obras de treinta y tres artistas contemporáneos. El recorrido del espectador comienza por la planta baja, antiguamente espacio de la casa reservado al servicio y puerta de entrada de mercancías a la vivienda. En esta planta las obras de Karmelo Bermejo, Nuno Nunes-Ferreira, Nico Munuera y Guillermo Mora “aluden, desde prácticas muy diversas, a un espacio transicional y a una cierta idea de trabajo en proceso, como el inicio del montaje de las obras en una exposición”, en palabras de Alicia Ventura.
La primera planta de la casa presenta un carácter más público. “La decoración de cada sala desvela los usos originales del edificio y exhibe además el bagaje cultural del coleccionista”, afirma Amparo López. Para las primeras salas las comisarias han seleccionado obras de los artistas contemporáneos Alain Urrutia y José Ramón Amondarain, cuyas propuestas precisamente revisan y actualizan nuestra tradición pictórica. El salón de baile está ocupado por obras que, en conexión con la idea de baile, recogen la variedad de estrategias de los artistas contemporáneos: la sensibilidad delicada de la pintura de Chechu Álava, la ironía feroz de Cristina Lucas y el carácter performativo del trabajo de Pablo Valbuena, cuya composición a base de baldosas se va modificando a lo largo de la exhibición. En la parte superior de la sala la selección de retratos de Bernardí Roig y Alex Francés reproduce a nivel escenográfico el efecto de los espectadores que seguían el baile. Las alas de esta planta acogen la biblioteca, que se refleja en las piezas de Eugenio Ampudia y Xisco Mensua, la sala de música, con una delicada pieza de Rocío Garriga y el antiguo comedor de gala de la vivienda que junto con la presentación en el último piso de la vajilla histórica han servido para mostrar la obra de dos jóvenes artistas españolas, Rosana Antolí y Saelia Aparicio, cuyos dibujos en blanco y negro aluden desde distintas perspectivas al comer como rito social.
La sala tocador, actual Sala de Arte Invitado y situada en esta planta primera, presenta una instalación, Intervallum. Sucesión de números cuadrados de Manu Blázquez, concebida especialmente para este espacio en el marco de una beca de producción convocada por DKV Seguros, el Museo Lázaro Galdiano y la Casa de Velázquez. Se trata de una intervención a nivel de suelo compuesta por 100 planchas de cobre colocadas en forma de cuadrícula, cuyas propiedades reflectantes y cromáticas hacen que la pieza se nos proponga a modo de espejo o reflejo, reproduciendo el uso original de la estancia como tocador. Además este proyecto trata de relacionar la aritmética inherente a una sucesión numérica a la dimensión espacial de esta sala.
En el despacho de José Lázaro, la última de las salas de esta primera planta, las comisarias han jugado con la idea de papel para presentar precisamente una selección de fondos de papel de la Colección DKV, con los trabajos de Manuel Antonio Domínguez, Juan Zamora, Chema López, Almudena Lobera, Ernesto Casero o Misha Bies Golas.
La segunda planta del edificio está reservada a usos de carácter más privado y en las distintas estancias resuenan los trágicos sucesos que rodearon la pérdida de los hijos de Paula Florido. Lo que caracteriza las obras seleccionadas para esta planta es el tono emocional, con una cierta aura de nostalgia. El clima está marcado por la obra de Pep Fajardo, inspirada en las composiciones de Erik Satie. La cualidad melancólica se acentúa con la instalación de Ignacio Llamas que tiene algo de casa de muñeca para adultos, mientras que la obra de Sergio Luna nos habla de la imposibilidad de atrapar el tiempo. En los antiguos dormitorios de la casa se presentan obras de Estefanía Martín y Samuel Salcedo que aluden a la infancia y al misterio. El recorrido por la segunda planta finaliza en una habitación decorada con motivos vegetales en alusión a Paula Florido. Lo botánico es también el elemento central del discurso de Señor Cifrián a través de sus Dibujos de humo. En la misma estancia convive una de las obras más significativas de la Colección Lázaro, atribuida al principal discípulo milanés de Leonardo da Vinci, Giovanni A. Boltraffio, con la fotografía de la misma obra realizada por Juan Manuel Castro Prieto.
La tercera planta acoge, además del trabajo ya citado de Saelia Aparicio, otras tres obras de la Colección DKV en la sala donde se exhibe la Colección de armas: la inquietante obra de Christian García Bello sobre el refugio como construcción humana, una pieza de Javier Arce compuesta de 12 grabados a punta seca y un trabajo de Patricia Dauder sobre los procesos de transformación y erosión que afectan a la materia. En estos casos las obras guardan más relación con la función actual de la estancia que con su pasado.
La exposición Rehabitar el espacio: presente, pasado y futuro podrá visitarse desde el 23 de septiembre de 2016 y hasta el 15 de enero de 2017. En su conjunto, concluyen ambas comisarias, “la muestra reactiva la memoria latente del edificio, a través de un juego intelectual y sensorial que quiere estimular en la mirada del espectador las conexiones entre el pasado y el presente”. Y al mismo tiempo, añaden, “se propone como sentido homenaje a José Lázaro Galdiano y Paula Florido, como reconocimiento a una labor de mecenazgo fundamental sobre la que se debe apoyarse el coleccionismo del siglo XXI”.