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La Galería A del Arte presenta 'Paisajes de Luna Nueva'

Galería A de Arte

Del 21 de junio al 27 de julio

 

Metáfora de la materia

El signo y la ruptura se manifiestan en la obra última de Miguel Ángel Domínguez como un bien necesario para situar la materia en un espacio dinámico que determina el movimiento y la forma, y donde el instante cromático toma cuerpo, se constituye sobre la experiencia onírica y la imaginación activa, conservando el despertar de los ocres, el hechizo de la arena en el lienzo y el sentido del negro en su fecundidad primaria.

Esta muestra pictórica tan efectiva, tan seductora, trabaja para la misma condición de la imagen, y nos descubre que estos Paisajes de Luna Nueva, son paisajes de un estado del alma que derraman la luz de un sueño para crear un pensamiento que refleja una afirmación espiritual, una razón luminosa que lleva consigo una infinitud.

Aquí, el color se integra en el lienzo como una piel que sostiene la fuerza y la tensión, un desplazamiento emocional que otorga a la imagen misma su afirmación de ser, y la metáfora produce lo real por lo imaginario, así, los colores más fríos nos acercan hasta el lugar donde la huella simboliza el espacio neutral y el fragmento orgánico. También la secuencia de la textura, la apertura del blanco o ese gusto por una óptica reflexiva, son algunos de los factores de agitación que parten del propio proceso de la pintura, sin embargo, el acontecimiento de los matices se entrega a la plasticidad de un territorio que descubre en las zonas extremas un mestizaje compositivo, una intersección espacial reveladora, con múltiples centros de atención como las cruces, la arena, etc.

Y es a partir de la interacción sensitiva, que aparece la densidad del óleo en tránsito, la pasión de un pintor que transforma el misterio en un cromatismo de significados. Entonces, el equilibrio, el rigor y la textura para esta materia nocturna responden a un estremecimiento de la conciencia, que a veces pasa rozando por los sueños para dejar en el espacio la condición cromática de un despertar a la luz y a los enigmas, que rebasa la apariencia real y nos conduce a considerar una suerte de refracción las veladuras, una realidad dominada que expresa la multiplicidad del ser y el color adquiere categoría lírica en sus asociaciones, dispone la visión original a una posibilidad de plenitud, para representar los incidentes de la naturaleza humana.

Esta madurez estética crea en la materia un horizonte cualitativo que ordena su propia acción en el espacio, y como señaló M. Rothko, las señales existenciales se hacen eco al nacer, y aquí, en esta exposición, las señales y los signos de Miguel Ángel Domínguez nacen de una experiencia y de un lenguaje que acerca el trazo exterior a una realidad interior que se extiende hasta los pigmentos más trascendentes de la memoria.