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La Galería Freijo presenta 'Killing Fields', con Teresa Serrano y Lucia Madriz

Galería Freijo

Un proyecto de Berta Sichel

Hasta el 28 abril

 

 

Killing Fields por Berta Sichel

Killing Fields es un intercambio entre dos artistas, Teresa Serrano y Lucía Madriz, separadas por casi dos generaciones y con proyectos realizados en décadas distintas, que se encuentran ahora en Madrid con trabajos e ideas que alteran la percepción sobre temas que ocupan con una intensidad cada vez más excesiva a científicos, escritores y medios de comunicación: la extinción de los polinizadores, la gran industria alimentaria y el biocolonialismo.  Sus obras ofrecen una palpable resistencia a estas circunstancias, aunque evitan imágenes de violencia y destrucción. Adoptando una de las ideas del arte de Rancière como un ámbito autónomo de experiencia en el que no existe un medio privilegiado, sus obras, al buscar desplazar una concepción jerárquica del arte donde la tragedia se sitúa por encima de la comedia, o el estado de la pintura histórica sobrepasa el de la naturaleza muerta, confirman que el régimen estético contemporáneo abre la posibilidad de que lo bello se descubra en todas partes y en cualquier lugar.[1]

¿Cómo descubrir la visualidad al desnudar tales temas? Los proyectos de estas dos artistas están indudablemente comprometidos con el asunto; las asociaciones y referencias son profundas y sutiles, y convergen en una compilación de imágenes ricas en implicación y concienciación social. Como visión de conjunto de la situación actual, son trabajos perspicaces y poseen el temple que caracteriza cierto tipo de arte: el que dirige la mirada y la mente a lo que sucede en nuestro entorno.[2]
Sus proyectos no están relacionados con el Land Art o el Environmental Art de la década de los sesenta, pero sí con la sostenibilidad.  Los principios clave del arte sostenible son la ecología, la justicia social, la no-violencia y la democracia de base.[3] Historiadores críticos con algunas actitudes de los artistas clásicos del Land Art, han escrito que estos artistas demostraron escaso interés por las consecuencias medioambientales de sus intervenciones y trataron el paisaje como un gigantesco lienzo. En cualquier caso, estos movimientos artísticos y el arte conceptual han allanado el camino para la creación de obras vitales para el arte contemporáneo y es indudable que sus revolucionarias ideas sobre la naturaleza de la representación han ejercido influencia en el trabajo de estas artistas, pero la intención es otra.

La frase Killing Fields está primariamente asociada con el régimen del Khmer Rouge, que utilizó los campos de Camboya para asesinar y sepultar a más de un millón de personas.
Aquí se transforma en una metáfora para expresar lo que está sucediendo en los campos de cultivo agrícolas y con los víveres, que se están contaminando por el uso descontrolado de pesticidas y fertilizantes químicos con alto contenido de agentes devastadores. Un abreviado ensayo visual - numerosos artistas en Europa y Estados Unidos vienen enfocando su arte en estos temas - la extinción de los polinizadores y el comercio de las semillas transgénicas, en consecuencia, del sistema "más rápido-grande-barato" de la industria alimentaria, que arrasa los recursos naturales del planeta pueden provocar, en última instancia, el colapso de nuestra civilización.

Fue aproximadamente en 2005, durante una larga estancia en Berlín, donde oí por primera vez la palabra “sostenibilidad” asociada al arte.[4] El término fue acuñado por Edward Goldsmith y Robert Allen en un ensayo titulado A Blueprint for Survival, tema de un número completo de la revista The Ecologist, en 1972, antes de aparecer en forma de libro.[5] Su análisis de la información disponible en aquel momento les llevó a una predicción sombría: “Si permitimos que se siga actuando como hasta ahora, será inevitable el colapso de la sociedad y la alteración irreversible de los sistemas de soporte vital del planeta”. No solo se ha seguido actuando de la misma manera, aumentada exponencialmente, sino que, como escribió hace diez años Jared Diamond, ganador del premio Pullitzer, “en este momento nuestra sociedad sigue un camino no sostenible”.[6] 

Siempre el pasto del vecino es más verde (1997), el primer video de Teresa Serrano, y estrenado en la Bienal de Johannesburgo en 1997, es una especie de palimpsesto, al superponer imágenes de miles de mariposas monarca que anualmente viajan desde el sur de Canadá al México central con las de inmigrantes conseguidas en los archivos de Televisa. Cuando Serrano realizó el video, su idea era una obra experimental sobre migración y memoria. Fue filmado en el santuario de las monarcas, el pueblo de Angangueo, en el estado Morella. Esta mariposa, que también se encuentra en otras partes del mundo, tiene un lugar destacado en la mitología de pueblos pre-colombinos: Los Masuhuas la llamaban “hijas del sol,” y para los aztecas y mayas, era la representación el dios del fuego Xiuhtecuhtli – un símbolo de transformación – y la gente de Nahauatl cree que las mariposas monarcas son las almas de los niños muertos que regresan a su hogar ancestral. Estas interpretaciones, creíbles o no, se basan en los ritos de migración de esta especie ya que es alrededor del 1 de noviembre de cada año (la celebración del Día de los Muertos), cuando las monarcas aparecen en masa en los bosques de abetos de Oyamel. Allí permanecen durante toda la temporada de invierno antes de regresar al norte. La concentración de estas mariposas es tan densa que en días tranquilos el sonido de sus alas batiéndose resulta enternecedor. Para la artista mexicana, estos miles de kilómetros viajados por insectos tan frágiles huyendo del frío, es un fenómeno apasionante. Imágenes que se quedan grabadas en la memoria, son una metáfora sublime para la catástrofe de la emigración, que, si en 1997 ya era un conflicto de una significativa dimensión, en la actualidad ha sobrepasado la posibilidad de comprensión. Filmado en una época en que los recursos de edición eran menos sofisticados, este trabajo resulta de una belleza inquietante al superponer imágenes de los millares de mariposas volando con las de aquellas gentes en su arduo camino de desplazamiento. Sin llegar a mezclarse totalmente, ambas situaciones son visibles y diferenciables, es la luz que atraviesa el material la que nos permite conectarlas.
 
Cuando Serrano realizó la obra, el tema de la extinción de las mariposas monarca no era exactamente un asunto de investigaciones o artículos científicos o de interés para periodistas, y la desesperanza de la inmigración no había alcanzado la proporción irracional de hoy en día. Datos concluyentes del World Wildlife Fund  y de numerosos grupos ambientalistas e investigadores no cesan de denunciar la devastación de los santuarios mexicanos de las mariposas monarcas. Uno de los principales afectados por las sustancias químicas que provocan esta devastación es el algodoncillo, una planta nativa y también utilizada para ornamentar jardines por la belleza de sus flores, atraen a las mariposas que se alimentan del néctar y depositan allí sus huevos que se transformarán en orugas. Es el único alimento de las larvas de las monarcas derribadas cuando los campos agrestes pasan a ser cultivados intensamente. Hoy, cualquiera que busque en Google “mariposas monarcas” se sorprenderá por las miles de noticias y la gravedad de la situación; hace pocas décadas, cerca de 80 millones de monarcas llegaban a México desde Canadá, hoy son alrededor de 35 millones. Y en lugar de extenderse por un área de aproximadamente 45 hectáreas, como ocurría en 1997, hoy cubren solo un área de 1,7 hectáreas según las estadísticas del inverno de 2016/2017. Superficies inmensas, dos santuarios naturales de las monarcas, fueron convertidos en áreas agrícolas, en campos de soja y maíz, que se cultivan usando una gran cantidad de herbicidas. Las mariposas monarcas revolotean por este área en busca de su planta huésped para poner sus huevos, pero su ecosistema ha cambiado.
Para dar lugar al gran negocio de la agroindustria, alrededor del 97% del algodoncillo fue erradicado. Aunque esta sea la principal razón de que las mariposas monarcas estén en la lista de las especies en extinción, en los últimos dos años, otro factor se suma a este funesto escenario: el cambio climático. Un ejemplo muy citado es que en los últimos dos años la temperatura de la primavera norte americana ha sido muy superior a lo normal, cambiando el ciclo de migración de los monarcas, que llegan a México antes de que lo poco que queda del algodoncillo esté florecido.
 
Serrano también presenta una serie de dibujos y pinturas de mariposas o inspiradas en sus colores y apariencias, algunos realizados a la vez que filmaba y editaba la película y otros hechos para esta muestra. Nunca antes exhibidos, y sin la pretensión de un estudio entomológico, como las ilustraciones de la naturalista alemana Maria Sibylla Merian que en el siglo XVIII publicó un libro sobre la metamorfosis de los insectos en Surinam, Teresa Serrano se quedó fascinada por el ciclo de vida de las mariposas y orugas alrededor de las plantas que florecían en el santuario mexicano. Estas obras están repletas, a partes iguales, de una simplicidad dotada de hermosura y de fantasía artística.
 
Otro punto que conecta a estas dos artistas es la intención que tienen ambas de generar conciencia sobre la relación entre el mundo natural y el humano. Madriz, exhibe la instalación Jolly Roger (2018), una alfombra hecha con 40 quilos de alubias moradas y maíz, y 13 quilos de arroz, un dibujo inspirado en las tradicionales banderas negras de los piratas ingleses de principios del siglo XVII cuya insignia era una calavera y tibias cruzadas. Cuando se izaba la bandera era un aviso de que iban a por todas y que nadie quedaría vivo. La iconografía de la bandera es para la artista un medio de construir un paralelismo con la agricultura GMO:[7] “esta crea desiertos biológicos donde no hay cabida para otras plantas, insectos, aves, anfibios ni mamíferos; y hasta para el hombre.” Actualmente existe “la bio-piratería” que consiste en patentar organismos vivos y así poder apropiarse de plantas y animales que hasta ahora habían pertenecido a todos. Este robo de semillas autóctonas que son modificadas genéticamente no solamente afecta a la biodiversidad de los cultivos orgánicos y tradicionales, sino que afecta a la autonomía de los pueblos indígenas en Latinoamérica, explica Madriz.  El cultivo del maíz, por ejemplo, garantiza en Puebla, México,
que las comunidades tengan qué comer independientemente de si han conseguido dinero o no. Junto con el maíz se siembran frijoles y calabazas, a veces también tomates, otras verduras y miel. El cultivo del maíz se hace en comunidad, igualmente su desgrane y el intercambio de semillas. Así un cultivo no solo significa alimento; significa comunidad, identidad y autonomía.[8]

Con un énfasis en las semillas de maíz[9], porque es el único artículo que marca a las etnias indígenas en la franja pacífica de Mesoamérica y México, Jolly Roger es la versión extendida de la obra Alerta Roja creada para la Trienal de Auckland, en 2004.  Para el crítico y artista costarricense Jorge Alban, ambas obras presentan un “juego de vasos comunicantes metafóricos sobre la avaricia, el abuso del poder, la institucionalización de la violencia y exclusión social mediante trampas legales como el Central American Free Trade Agreement (Tratado de Libre Comercio).”[10] Alimentos básicos de la dieta de esta extensa región, la comercialización de sus semillas por multinacionales ha provocado luchas entre las poblaciones indígenas y estas empresas, muchas de las cuales fueron ganadas por estas poblaciones que dependen de estos granos para vivir.

El trabajo de Lucía Madriz debe ser entendido dentro del nuevo contexto en el mundo de arte: el biocolonialismo—o una nueva frontera del colonialismo que en las últimas décadas ha aportado al arte contemporáneo un universo de imágenes e ideas no existentes en el mundo del arte. Madriz argumenta que la lucha de los pueblos indígenas por la autodeterminación ha cambiado del campo de batalla al laboratorio, ya que afirman el derecho a proteger sus propios recursos y vidas contra la mercantilización corporativa, en la que los materiales genéticos de sus tierras y cuerpos están sujetos a "el proceso de apropiación y extracción" y apuestan con nuestra comida, nuestra salud y el medioambiente”. Más que un interés erróneo de la ciencia, el biocolonialismo, es una estrategia de las industrias multinacionales donde las ganancias están por encima de las vidas de las poblaciones indígenas. Es un tema político, un problema cultural, una amenaza potencial para la biodiversidad y la sostenibilidad del mundo. Según la artista: “por “sostenibilidad” entiendo un modelo de desarrollo distinto del actual, que consume sin pensar en el futuro y sin consideración hacia las necesidades de las personas o del ecosistema en general. La sostenibilidad está impulsada por el deseo de vivir en armonía con el entorno al tiempo que se tiene en cuenta que las personas necesitan hacer uso de los recursos naturales. El objetivo es crear una sociedad más inclusiva en la que sus miembros tengan las mismas oportunidades.”

 

Madriz completa su instalación con dos dibujos realizados para la muestra. Ambos en acrílico en tela cruda, el trazo delicado perfila la lucha del hombre para salvar el robusto árbol con sus raíces retorcidas afincadas en la tierra, un simbolismo de la resistencia. A pesar de la connotación romántica de la iconografía del árbol, el dibujo Errar es humano, por ejemplo, es una crítica a multinacionales como Monsanto y Syngenta que con su negocio multimillonario desafían la biodiversidad. “Urge detener este modo de agricultura pues estamos perdiendo rápidamente los insectos polinizadores lo que significaría la desaparición de muchos árboles frutales y verduras” -- ya un hecho comprobado: alrededor de 795​ millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa - casi una de cada nueve personas en la tierra.[11]  Una paradoja aterradora porque a la vez, 1,3 billones de toneladas de comida son desperdiciadas en un año.[12]

Inspirado por la visión y el valor de las artistas, el proyecto Killing Fields, en su reducida dimensión, no intenta educar en un tema tan complejo y problemático. Aun así, es una llamada de atención a los aspectos sorprendentes de la naturaleza y de los seres humanos. Con una visualidad refinada, las obras apuntan a la consecuencia del sistema “más rápido-grande-barato” de la industria alimentaria, que diezma constantemente los recursos del planeta, que en última instancia podría provocar el colapso de la civilización. Desde antiguo, culturas de todo el mundo han reconocido que la naturaleza y el ser humano comparten asombrosas conexiones, algunas aquí reflejadas y contrastadas con los duros datos a nivel global. Estas conductas e intervenciones se chocan con la noción más básica de sostenibilidad, o el modo en que la humanidad interacciona con el entorno; “el principio líder que vincula a todos los seres vivos para que las generaciones futuras puedan disponer de los recursos de vida necesarios.”[13]

Y hoy cuando se habla tanto del arte y del futuro, o del futuro del arte y de la superación humana, la sostenibilidad es la única fórmula de mirar hacia el futuro. Ya sea el de la humanidad o el del arte.

 

[1] Jacques Rancière. The Future of the Image. (Verso Books, London, New York, 2007),76-77

2 Arnold Berleant, “What is Aesthetic Engagement”, Contemporary Aesthetics, contempaesthetics.org/newvolume/pages/ article.php?articleID=684.

3 Textos clave del reciente campo del arte sostenible incluyen:  Kultur-Kunst-Nachhaltigkeit” (2002), de Hildegard Kurt y Bernd Wagner; The Principles of Sustainability in Contemporary Art” (2006), de Maja y Reuben Fowkes; y Art and Sustainability (2011), de Sacha Kagan. Una colección de análisis interdisciplinares está disponible en Sustainability: a New Frontier for the Arts and Cultures (2008), editado por Sacha Kagan y Volker Kirchberg.

[4] Desde comienzos de la década del 2000, historiadores, educadores y filósofos europeos han discutido la relación entre el arte contemporáneo y la sostenibilidad. Un punto de inflexión en este sentido fue la conferencia del Instituts für Kulturpolitik der Kulturpolitischen Gesellschaft (Instituto Alemán de Cultura Política), celebrada en enero de 2002 en la Kunstakademie de Berlín.

[5] (Ed. cast.: Manifiesto para la supervivencia, Madrid, Alianza Editorial, 1972).

[6]  Jared Diamond, Collapse: How Societies Choose to Fail or Succeed, Nueva York, Penguin Books, 2005, p. 498. (Ed. cast.: Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, Barcelona, Random House Mondadori, 2006).

[7] Sigla en inglés Genetic Modified Organisms

[8] Entrevista por correo con Lucia Madriz.

[9] Maíz, frijoles y arroz son tres productos básicos de la dieta en Latinoamérica desde México hasta el Sur, incluyendo países como Perú, Colombia, Venezuela y el Caribe. Algunos en el Sur usan más maíz, en México, Guatemala y Honduras menos arroz, en el Caribe más frijol y arroz.

[10] En 2014, organizaciones indígenas y campesinas marcharon en la capital de Guatemala para exigir la derogación de una nueva ley que otorga a las empresas criadores de semillas transgénicas los derechos exclusivos sobre nuevas variedades de plantas. La "Ley para la Protección de Nuevas Variedades de Plantas" fue aprobada por el Congreso el 26 de junio como requisito del Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, República Dominicana y los Estados Unidos firmado en 2005.

[11] https://es.wfp.org/hambre/datos-del-hambre

[12] http://blogs.worldbank.org/category/tags/food-waste

[13] Entrevista por correo electrónico con Lucia Madriz.