ENG

 

Buscar

 

contacto

Contactar con el IAC

Galería Gema Llamazares inaugura El Cuerpo del Amor | Marina Vargas

Galería Gema Llamazares 

Comisariada por Oscar Alonso Molina

Del 4 de diciembre 2020 al 30 de enero 2021

Inauguración: Viernes, 4 de diciembre.

Con la presencia de la artista y el comisario.

Debido al aforo limitado según el cumplimiento de las medidas Covid-19, la inauguración se realizará en dos pases: 18.00h y 20.00h

Para asistir inscribirse aquí: gema@gemallamazares.com

Primera individual en Asturias de Marina Vargas (Granada, 1980), una de las artistas de mayor relevancia en el marco de su generación. Su obra, que aparece habitualmente bien representada en el panorama expositivo nacional por medio tanto de galerías como por su participación en ferias y colectivas institucionales, en la actualidad se abre camino con paso firme en el escenario internacional.
 
El trabajo de la artista manifiesta una especial sensibilidad hacia los substratos cristianos y barrocos de su Andalucía natal, así como a los procesos de sincretismo que, desde la religión o el arte, ponen en contacto distintas culturas, por distanciadas geográfica e históricamente que estén. Por todo ello es posible entender toda su actividad como una suerte de anudamiento continuo; y no solo por el aspecto formalmente apretado de sus figuras recurrentes (desde los planos de sus papeles, surcados de líneas casi laberínticas, a sus últimas esculturas diríase atacadas por una metástasis en forma de hongo, de nube o vísceras), sino fundamentalmente porque en la poética de Marina Vargas descubrimos una y otra vez el esfuerzo por atar cabos que en principio parecen distantes, y hacerlo plausiblemente mediante el empleo de líneas de tensión.
Todo el repertorio de la emblemática se convoca en estas piezas donde la tradición cristiana del Antiguo Testamento se amalgama con los mitos grecorromanos, atravesados ambos por los modelos de las formas ornamentales musulmanas, los dioses hindúes, signos arcanos de la santería y la magia, o de la alquimia, las tradiciones populares mejicanas, la artesanía nativa africana y caribeña, las formas del Paleolítico y el Neolítico, e incluso, por qué no, momentos referenciales del arte de todos los tiempos y procedencias, incluido el contemporáneo, que sutilmente hacen su aparición en forma de citas cultas o pequeños guiños al espectador documentado.
 
De este modo, en su densidad e intensidad, el universo simbólico de esta artista compone uno de los museos privados más complejos de su generación, creando intrincados planos de significación alegóricos. La obra, de presencia por lo general tan impactante y sensual, demanda de continuo ser «leída» como si de un texto encriptado se tratase, al modo de los jeroglíficos que fuerzan a las formas figurativas a organizarse como escritura. Se trata de un espacio donde los signos arrastran a su alrededor continuamente no solo el sentido que tradicionalmente les atribuimos desde nuestra propia cultura, sino que se mezclan en el crisol de su obra para ofrecernos lecturas inesperadas, enigmáticas y un tanto perturbadoras —pero de innegable atractivo, no solo visual—, acerca del abismo que se abre frente a nosotros a la hora de interpretar el mundo y abordar sus preguntas esenciales sobre la muerte, el amor y el poder, los deseos…
 
El cuerpo y el feminismo suponen el último estrato decisivo que se suma cada vez con mayor fuerza a la densa semántica de sus obras. Como se puede comprobar en esta exposición, donde hemos reunido un grupo de piezas recientes de la artista que recogen ejemplos de su producción dibujística, escultórica y fotográfica, protagonizadas por diosas creadoras y destructoras, que gustan de invertir sus papeles tradicionales y poner en entredicho el papel que el patriarcado les ha asignado históricamente. Desde su condición de mujer –en cuanto cuerpo físico y sujeto político-, Marina Vargas encara –por no decir se enfrenta a- la realidad y lo imaginario partiendo de una sensibilidad y perspectiva específicas, determinada muy conscientemente por cómo es vista ella misma desde el exterior y se le hace verse a sí misma. Toda mirada externa nos construye, reconoce lúcidamente la artista. Y en este juego de direcciones que va organizando el sentido, ella adopta lo que podríamos entender casi como el papel catalizador, transportador, de enlace, entre fuerzas simbólicas y espirituales de la más variada índole: desde el dominio del poder o la economía, a los afectos, la sensibilidad y las pasiones.

Oscar Alonso Molina