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Joaquín Peña-Toro presenta "Ruido blanco", un diálogo entre su obra y la colección del Centro José Guerrero de Granada

Joaquín Peña-Toro

Hasta el 22 de septiembre de 2019

Organiza el Centro José Guerrero y la Diputación de Granada

 

Las salas del Centro José Guerrero acogerán durante los meses de verano la quinta muestra de la serie La Colección del Centro vista por los artistas. En esta ocasión, el pintor Joaquín Peña-Toro (Granada, 1974) ha seleccionado un conjunto de piezas de Guerrero para establecer un diálogo de los procesos creativos del maestro con los de su propia obra.

La obra en papel que conocemos de José Guerrero se intensifica a finales de los años setenta en un formato íntimo que emplea, con gran libertad, diversos materiales de modo simultáneo. Coincide con el desarrollo de la etapa que Juan Antonio Ramírez denominó neoabstracta o de pintura-pintura, iniciada hacia 1975. En concreto, la serie de bocetos sobre papel cuadriculado fechada en 1977-1978 contiene una gran variedad de soluciones formales que, como una batería de posibilidades, desarrolla el lenguaje presente durante toda esta época. El trabajo con diferentes tipos de papel, ya sea charol opaco en unos casos o seda translúcido en otros, materializa las masas de color que luego serán producidas por brochazos.

Las piezas presentadas en esta exposición por Joaquín Peña-Toro dialogan con estos procesos creativos de José Guerrero. Subrayan que el uso del papel para abocetar las manchas (que Guerrero transformaría en pintura) condiciona la composición final establecida en los cuadros. El propio artista afirma:

«Estoy especialmente interesado en los cuadros de pintura-pintura de José Guerrero. La mezcla de rigor compositivo con su libertad para mantener los gestos marcados en el lienzo, sin repaso, que mantienen la energía y tensión del momento de pintar. Casi podemos escuchar las cerdas de la brocha en un recorrido recio sobre el grano de la tela. He querido dialogar con estos procesos de Guerrero y contrastar los planteamientos abstractos con la presencia de imágenes figurativas que, en mi caso, se alojan en pliegues producidos por los gestos de pura pintura.

En la figuración que practico me demando exactitud pero soy consciente de que esa rigidez debe ser contrarrestada con las huellas propias de la pintura. La geometría compone mi trabajo pero me zafo de sus imposiciones congelando su forma: cubro los bordes de la zona que pintaré (la tarea de ese momento, como si fuera un fresco) de modo que, en lenguaje médico, preparo un campo quirúrgico. De este modo, trabajo gestual y despreocupado con el vocabulario que más identifico con lo pictórico. Una vez completada la tarea, descubro los bordes y la forma queda intacta… pero conteniendo un infinito murmullo. Se escucha, al fondo de la figuración, el ruido de la pintura».