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Juan Luís Moraza con "De Oficio" en la Galería Estrany-de la Mota

La Galería Estrany-de la Mota tiene el placer de presentar la primera exposición individual de Juan Luis Moraza (Vitoria, España. 1960) en la galería.

Inauguración viernes 24 de marzo a las 19.00h.

Lugar: Galería Estrany-de la Mota. Passatge Mercader 18. Barcelona

Exposición abierta hasta el 2 de junio

Horario:  de martes a viernes, de 13.00 a 19.00 h, y sábados de 10.00 a 14.30 h.

La lógica del Trabajo absoluto [Espacio Mínimo, Madrid, 2016; Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa (MAC), Coruña, 2016] afecta indistintamente a cualquier aspecto de nuestra existencia: trabajamos las emociones, trabajamos nuestro cuerpo, nuestras relaciones, nuestras formas de descanso, trabajamos nuestra imagen y nuestro futuro. Operario y herramienta, trabajo y fiesta, se vuelven indiscernibles. No es la natural laboriosidad de lo real, sino la capitalización instrumental y acelerada de la experiencia. Cada vez más estamos obligados a ser productivos hasta en el descanso, y si no contribuye a un incremento de riqueza, vivir es considerado una forma de pereza. Del poder aprendemos a delegar el trabajo, y en el consumo, delegamos el beneficio, nos adiestramos en la redistribución de la riqueza a sus poseedores, como si fuésemos apenas un afanado eslabón perdido entre el dinero que cobramos y el dinero que gastamos. Pero en realidad, la laboriosidad, la nobleza del esfuerzo, la dedicación, el goce y el cuidado, el amor al trabajo bien hecho, sostienen la vida social mucho más que cualquier ley. El trabajo es también un régimen fundacional del vínculo social, mediante un sistema de intercambios y alternancias. Es, en fin, representación, símbolo, intermediación.

Todo sistema de organización necesita el establecimiento de un régimen de representación y representatividad, es decir, de confianza en ciertas correspondencias simbólicas. Esta es base naturalista de los sistemas de representación que rige las relaciones sociales. No obstante, conforme la experiencia moderna ha puesto en crisis la lógica de la representación, la legitimidad de la crítica y el precepto indiscutible de la transgresión creativa, han fortalecido una ilusión de transparencia y representatividad. En el arte y en la vida –desde las estéticas relacionales a los planes de desarrollo, desde la Revolución Francesa al reality-show-, las estrategias para afianzar la confianza han creado una cultura de publicidad ubicua organizada alrededor de políticas de proximidad. La máxima astucia de estos procesos de colonización de la subjetividad consiste en convencernos de que somos los agentes de la nueva socialidad. Del mismo modo que la productividad destituye la excelencia del trabajo, la formalización industrializada de la participación propicia una delegación de responsabilidad. Así, los sistemas de participación formal se han reducido casi exclusivamente a tributos y sufragios; ambos condensan la completa experiencia ciudadana: los tributos incluyen los impuestos, pero también la vida laboral, el ocio programado y la industria de la experiencia, reduciendo al sujeto al estatuto de unidad de financiación estatal. Los sufragios incluyen los votos, pero también el consumo dirigido en ofertas y participaciones activas e interactivas, reduciendo al sujeto al estatuto de unidad de legitimación. Se trata de una ventriloquía trascendental, según la cual reconocemos nuestra voz en el artificio naturalizado de la representación. Es así como el ciudadano pasa a ser un paciente agente cuya participación es ejecutada de oficio. En el imperio de una voluntad subrogada, esta existencia "de oficio remite a una experiencia que se inicia sin necesidad de actividad de la parte interesada, que no sucede a instancia del sujeto, sino de la inercia.

Ciertamente, el oficio de la experiencia es un saber de errores. Aunque desde la oficialidad de la academia moderna, el oficio se presupone una fijación retrógrada a las rémoras del virtuosismo y la repetición. La inercia creativa convierte lo bueno en adverso, en nombre de un potencial "mejor" que elude cualquier cálculo de riesgo. En nombre de una incesante búsqueda de experiencias, la experiencia queda abolida por el absolutismo de la obsolescencia. En tanto recibe el privilegio de una dedicación no alienada, la natural laboriosidad de la vida se intensifica en el trabajo del artista, donde excede la necesidad en el deseo. La elaboración, el esfuerzo, la dedicación, la tensión, la concentración, la dificultad, la intensidad, el sacrificio, forman parte de una singularidad de ser que es la consecuencia del hacer. La derogación del oficio no supone una liberación del trabajo, sino de la singularidad en el modo. Es la impostura del ciudadano sobre el sujeto, del servicio sobre la experiencia.