ENG

 

Buscar

 

contacto

Contactar con el IAC

Juan Ramón Barbancho comisaría: El elogio de la Locura

El elogio de la locura. Cuando los compromisos devienen en imágenes .

Lugar: Fundación Chirivella Soriano.

Palau Joan de Valeriola.

Valencia.

Fechas: Del 8 de junio al 9 septiembre 2012.

Comisario: Juan-Ramón Barbancho.

Los creadores y creadoras con conciencia de la frustración social y humana tienen la responsabilidad y la obligación de insertarse en forma activa y militante en la lucha concreta y cotidiana de lo colectivo, creando en función de las urgencias de esa lucha, pero sobre todo propiciando nuevas articulaciones lingüísticas y contenidos para el arte. El artista es un miembro más de la comunidad y como tal su función no es –no debería ser- estar encerrado, sino salir a la calle y tender puentes entre unos y otros, proclamar en voz alta –en imágenes- los valores inherentes al pacto democrático, como artista y como ciudadano/a. El trabajo de los artistas seleccionados para la exposición se puede definir como una obra contextual en el pleno sentido de la expresión acuñada por Ardenne. Un trabajo que expresa un compromiso, pero que lejos de querer platear una situación catastrófica lo que hace más bien es denunciarla, hacerla más evidente si cabe, para instarnos a no ver todo esto como algo “cotidiano” sino como una locura, e intentar darle una solución. Así, la muestra se articula en siete apartados: los problemas de/en la ciudad, los migrantes y los desplazados, la lucha por la igualdad y la dignidad, efectos de las guerras y daños colaterales de la violencia, la constante amenaza del terrorismo, enfrentarse a la enfermedad como un mal social y el sueño de la vieja Europa.

Los problemas de/en la ciudad Angie Bonino (Lima, Perú, 1974. Vive y trabaja entre Lima y Barcelona) muestra en Habitar (3’ 40’’. 2006) estos desalojos en las dos ciudades que habita, pero podrían darse casi en cualquier ciudad. Desalojos que no están exentos de violencia. Estas “ocupaciones” se dan por diferentes motivos, algunos de ellos son una protesta simbólica, pero efectiva, contra el sistema, pero en otros casos son por una necesidad vital, de familias que no tienen dónde ir y a las que no se les ayuda. Los ocupas se apropian de casa ajena, pero ahora se dan “otros desalojos” mucho más crueles, los de aquellos expulsados de sus casas porque no pueden seguir pagando una hipoteca leonina, aunque lleven años en ello. Los bancos los desalojan y se quedan con la casa y con el dinero invertido en ella. Se diría que es un movimiento ocupa a la inversa, los ocupas ahora son los bancos. Let the people decide (5’. 16.01.2010), de Marisa González (Bilbao, España, 1945) está grabado en Hong Kong, una de las metrópolis más desarrolladas del mundo y con más densidad de rascacielos, donde se concentran las grandes marcas y finanzas de toda Asia. Una ciudad ultra masificada que crece a marchas forzadas sin tener en cuenta futuras consecuencias para la vida de los ciudadanos, robándole terreno al mar y al campo, se podría decir que es un desarrollo indiscriminado que destruye cuanto pisa. La obra habla sobre la presencia de la política en la metrópoli, o más bien cómo determinadas decisiones, más políticas que económicas, transforman las urbes y el entorno que las rodea, la vida de los ciudadanos y cómo estos se manifiestan, de una u otra manera. Lo más llamativo de esta manifestación son los propios protagonistas y su forma de protesta. Llevan las manos juntas simulando que llevan arroz, el que se perderá con los campos y base fundamental de su alimentación, caminan lentamente y se reclinan cada 26 pasos según los kilómetros que va a tener el nuevo trazado viario. Una forma de protesta pacífica, silenciosa, pero tremendamente impactante. Los migrantes y los desplazados Centro di Permanenza Temporanea (5 3’ 33’’. 2007) de Adrian Paci (Albania, 1969) aborda precisamente el problema de la migración y del desplazamiento, aunque también se refiere a la pertenencia. El aeropuerto, un espacio tradicionalmente de tránsito, es un no-lugar (Marc Auge) que se convierte en un espacio de acogida “temporal”. Esto ocurre en muchos países que son destino de inmigrantes, como Italia, donde está grabada esta obra, o España. Un espacio de recepción –una puerta- transformado así en un lugar de detención. Paci sitúa a los personajes en la escalera de acceso a un avión, pero sin el aparato, en medio de las pistas de una terminal. Las relaciones espacio-temporales que normalmente se dan en un aeropuerto se ven alteradas. Los “viajeros” no se encuentran en ninguna parte, no viven ya en la ciudad desde donde han salido ni en aquella a donde querían llegar, pero tampoco están en la que dejaron. Ya no pertenecen a ningún sitio, su situación no es otra que la de desplazados. Parados en esa escalera forman parte de un inusual paisaje, como describe Magnolia de la Garza este vídeo. Crea un extraño juego entre el tráfico aéreo, los viajeros que parten y los que llegan y estos personajes que no pertenecen a ningún lugar. En sus caras podríamos ver la angustia que supone no estar en ninguna parte, no pertenecer a ningún lugar. El trabajo plantea una denuncia de la situación en que se encuentran estas personas. Salieron de sus lugares de origen, gastándose probablemente los ahorros de toda su familia, con la ilusión de llegar a esa “tierra prometida” y de repente se encuentran en tierra de nadie. La más que posible vuelta a su país constituye un fracaso para ellos y para toda su comunidad. As Time Holds Breath (87’ 47’’. 2006) es una obra de Ute Jürß (Alemania, 1962) sobre los desplazados. Para realizar este trabajo, las únicas indicaciones que dio fueron que los sesenta actores aficionados que participaban fueran envueltos en mantas y guardaran silencio, no comunicarse el uno con el otro y no mirar a la cámara, parecer juntos pero aislados. Las mantas que cubren a los protagonistas recuerdan a las que se utilizaban hace años cuando había algún desastre o accidente, y, por tanto, se ven en la obra diferentes niveles de tiempo. Se trata de mantas que se han utilizado y que serán utilizadas de nuevo. Estas mantas se embalan para el transporte de la Cruz Roja y acogen innumerables veces a otros migrados que llegan a una ciudad nueva, a un mundo nuevo. Cada personaje, como cada emigrante, también lleva su propia historia. La manta envuelve la piel y la ropa de la persona y le pone en una nueva cubierta protectora. La manta separa físicamente la persona del grupo y, al mismo tiempo, presenta al individuo como una imagen uniforme de color. Por eso, y debido al carácter de las dos proyecciones paralelas, da la impresión de un grupo incontrolable pero asustado, como tantas veces hemos visto en la televisión. El espectador se puede dejar llevar por su fantasía y recordar lo visto en algunos medios de comunicación, que le servirá de guía en este sentido. La memoria colectiva le puede traer recuerdos de varias cosas. La lucha por la igualdad y la dignidad Otra de esas “locuras” con la que desgraciadamente vivimos día a día es la realidad de las mujeres; situación de marginación, de opresión, de falta de derechos, de aniquilamiento. Muchas son las creadoras que realizan un trabajo de raíz feminista desde hace décadas y, afortunadamente, también algunos varones. Teresa Serrano (México, 1936) realiza habitualmente un trabajo con esta implicación, denunciado la situación de opresión que viven las mujeres, especialmente en América Latina. En Glass ceiling (2’ 17’’. 2008) muestra las dificultades que tienen las mujeres para acceder a los puestos de trabajo frente a la facilidad de los hombres, incluso estando ellas mejor preparadas. En el vídeo se ve muy bien esto. Cuando la mujer va unos pasos por delante del hombre, éste lanza una cuerda de rodeo con la que le impide avanzar a ella. Para dejar más clara esta relación de desigualdad, Serrano viste a la mujer con traje de ejecutiva, mientras que el otro va vestido de vaquero/campesino. Además, Serrano cubre la cara de la mujer del vídeo con una máscara, vela su identidad, pero no por un deseo de ocultarla, sino por extrapolar su discurso desde un caso particular a una general, de género. Más centrada en el asunto de los malos tratos contra las mujeres, Beth Moysés (São Paulo, Brasil, 1960) ha trabajado muchas veces sobre la situación de éstas, el sometimiento al hombre y cómo el casamiento muchas veces hace que ella pierda totalmente su libertad. Diluídas em água (5’. 2009-10) es uno de estos trabajos donde habla de estos temas (concretamente el realizado en Salamanca en 2009) a través de los símbolos de este hecho. A lo largo de la videoperformance se ve cómo muchas mujeres van llegando con sus trajes blancos sobre los que han escrito textos escritos en rojo (sus vivencias) y van intentado lavarlos, intentando borrar las huellas de sus dolor, pero el traje ya no se vuelve totalmente blanco, las heridas se curan, pero las cicatrices se quedan. Es una obra en la que se mezcla la hermosura de la acción con la tragedia que cuenta. En el caso de los trabajos de Moysés hay también una particularidad que los hace, si cabe, mucho más interesantes –y también más crueles, porque no decirlo-. Ella casi nunca trabaja con “actrices” para sus performances, sino con mujeres que han sufrido ese maltrato de una forma real, lamentablemente real, por tanto, ellas se representan a sí mismas, su propia malaventura. Efectos de las guerras y daños colaterales de la violencia Las guerras “son más bien obra de parásitos, rufianes, ladrones, sicarios, villanos, desaprensivos, deudores y toda clase de ralea humana” , y se han dado en todas las épocas de la historia. Tienen unos, llamados suavemente, “efectos colaterales” que nos afectan a todos y que de ellas se derivan, parece que de una forma obligada, un sin cuento de calamidades que van desde la destrucción de las ciudades, ruina económica, desastres ecológicos y pérdida de miles de vidas humanas. También hay creadores y creadoras que han trabajado sobre este tema, en un intento de prestarles voz a estos oprimidos. Confesión (2’ 2’’. 2007), de Regina José Galindo (Ciudad de Guatemala, Guatemala, 1974), es una obra políticamente muy comprometida. Nos pone frente a frente con esa realidad que todos conocemos, pero que tal vez no hayamos visto. Son las torturas a las que se somete a los presos, especialmente políticos o acusados de terrorismo, para obligarlos a hacer una confesión. Ver estas escenas puede resultar duro, pero a veces es necesario enfrenarse a ellas para comprobar la brutalidad que se pone en práctica en algunos países. En el vídeo vemos una habitación desnuda en la que el brutal torturador fuerza al preso a una confesión sobre su culpabilidad y la delación de sus compañeros. Aunque sea una ficción, sabemos que obedece a una situación que se ha dado –y se da- en la realidad. Su cabeza es introducida en el agua casi hasta la asfixia, una y otra vez, hasta que el reo acaba por confesar lo que los torturadores quieren oír, hasta que le faltan las fuerzas. La constante amenaza del terrorismo Derivado de lo anterior, o causa de las guerras de las últimas décadas siglo XX, los ataques terroristas son un plato con el que nos desayunamos casi cada mañana. Lo lamentable es que su presencia constante en los noticieros está acabando por anestesiarnos las conciencias, ya casi lo oímos como un lugar común. Sin contar con que muchas de esas guerras son simplemente terrorismo, terrorismo de estado, encubierto por unos intereses de “libertad” que tapan sólo un afán de control de diferentes medios de producción económica. Christoph Draeger (Zúrich, Suiza, 1965. Vive y trabaja entre Nueva York y Viena) ha trabajado varias veces sobre accidentes y desastres, especialmente entre 1994 y 2002, ocurridos no solamente de una forma fortuita o natural, sino también producidos por un descuido humano u ocasionados directamente por el hombre. Crash (13’. 1999-2000), presenta una serie de accidentes aéreos que aparecen en cinco películas (Die Hard 2, Kamikaze, Escape!, The Hindenburg y Fearless) junto a un listado de accidentes reales de grandes aviones. Todos estos desastres, y otros muchos, los hemos podido ver en los telediarios de todo el mundo, narrados casi a tiempo real o totalmente en directo, como pudimos ver en España el impacto del segundo avión en las Torres Gemelas de Nueva York. Love is blind (4’. 2007) es el resultado de un peregrinaje de Nicolás Dumit Estévez (Santiago de los Treinta Caballeros. Rep. Dominicana. 1967. Vive y trabaja en Nueva York), en el que recorre unas calles de la ciudad de Nueva York. Es un reconocimiento-apropiación de la ciudad como lugar, pero también un poner a prueba la solidaridad y la implicación de ciudadanos anónimos que se ofrecen –o no- a ayudar al viandante momentáneamente invidente. Estévez realiza este camino el 14 de febrero, día de los enamorados, desde el Museo del Barrio, hasta que la policía de la ciudad le detiene (en esta parte se oyen las voces de los oficiales explicando que lo detiene por razón terrorismo). Aquí tenemos, quizá de forma involuntaria, otro aspecto de la ciudad contemporánea: el miedo constante a un ataque terrorista, que ha provocado en muchas urbes una sensación permanente de miedo a ser atacados en cualquier momento y que, desgraciadamente, ha desembocado en no pocos actos de xenofobia. Mehmet (1’ 12’’. 2005), de Shahram Entekhabi plantea en clave de ficción un hecho al que ya estamos acostumbrados: los que se auto inmolan por causas religioso-políticas. El protagonista va por la calle con un viandante más, como iría a su trabajo o a su casa. Pero en mitad de la calle se para, se rocía de gasolina y se prende fuego. Si extrapolamos esta ficción a muchos de los atentados terroristas que conocemos nos podremos hacer cargo de esta realidad, del sentimiento político-religioso que lleva a algunos hombres (y a algunas madres a justificarlo) a ofrecer su vida quitándosela a los demás. Se puede luchar contra las razones políticas que lo impulsan, pero contra el sentimiento o pertenencia religiosa es muy difícil. Enfrentarse a la enfermedad como un mal social Hay una “situación”, un “acontecimiento”, que nos afecta a todos por igual pero que desgraciadamente se asocia, y en forma de acusación, a los homosexuales: el SIDA. Sobre esto, que ha venido a criminalizarnos aun más, han trabajado algunos artistas, por una parte para dar cuenta de lo que es la enfermedad y cómo se vive con ella y por otra para denunciar la indefensión ante los acusadores. Quizá no tanto la enfermedad como hecho digamos sanitario, sino la lectura social y sobre todo moral que se le ha pretendido dar y la estigmatización que mucha gente ha llevado consigo y de la que afortunadamente parece que estamos saliendo, aunque muy, muy lentamente. En la exposición hay dos obras referentes a este tema: Mutilados (Rotulador y acuarela/papel. 50x40 cm. 1996), dos dibujos de Alex Francés (Valencia, España, 1962) en los que aparece la silueta de una persona, envuelta parcialmente con vendas y con alguna parte de su cuerpo marcada en rojo, tal vez allí donde se encuentre el dolor. Una obra de una extraordinaria sutileza, realmente bella, pero que esconde –o manifiesta claramente- la fragilidad del cuerpo, no sólo a nivel físico, sino también moral. Unas obras por las que te sientes atraído nada más verlas, pero que te hacen reflexionar, precisamente por esa vulnerabilidad. La otra obra del mismo autor es Crecer (4’ 50’’. 2005), un video que parece encerrar un contrasentido entre su título y su contenido, entre ese deseo/necesidad de crecer y la terrible situación que nos cuenta. Una obra que nos habla de la enfermedad, pero más bien de la situación en la que se encuentra quien la padece, la diferencia, como decía, entre la enfermedad física y la social/moral. El enfermo aparece suspendido debajo de una mesa, de lo que podemos hacer dos lecturas, diferentes pero complementarias: por una parte esa situación de inestabilidad, de indefensión, como suspendido de un hilo de irrealidad, sin un lugar claro donde apoyarse; y por otra de estar escondido, debajo de la mesa para que nadie se entere de la situación en la que te encuentras, solo e invisible por miedo a la incomprensión, a la discriminación de los “biempensantes”. El sueño de la vieja Europa Como punto final de la muestra, y aunque sólo se refiera a Europa, la instalación de Andrés Senra (Sao Paulo, Brasil, 1968. Vive y trabaja en Madrid) presenta una serie de cuestiones que son el día a día de nuestras vidas, desgraciadamente. Los diferentes personajes que aparecen en la obra representan una serie de escenas que no sólo se dan en el viejo continente, muy fácilmente se pueden extrapolar a nivel global pero que Senra centra aquí. Europa (medidas variables. 2010) habla de luchas y violencia por el poder, de atentados, negocios fraudulentos, mafias, desigualdad, nacionalismos problemáticos y mal entendidos, opresión y dictaduras. Todo ello, como digo, fácilmente extrapolable a muchos lugares del mundo. La obra se acompaña de Europa, Londres 1y 2 (41’3 x 28’5. Pastel y tinta/papel. Agosto 2011) seis dibujos de las caras de otros tantos personajes que aparecieron en la prensa después de los disturbios de Londres en agosto de 2011. Sus fotografías aparecieron en la prensa y de ahí las tomó Senra. Como parte de lo que está ocurriendo actualmente, los sucesos de Londres, junto al movimiento 15M y los de Nueva York, son una manifestación más de los cambios que están ocurriendo, tanto desde el poder “bien pensante” como desde la base descontenta de la población, que busca en la calle la plataforma más idónea para manifestar sus protestas.