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Mª Aurora Vigil-Escalera.Exposiciones en SALA DE ARTE VAN DYCK y PROPUESTAS VD (Gijón)

1. Sala de Arte Van Dyck (C/ Menéndez Valdés 21)

Hasta el 21 de julio: CARLOS TÁRDEZ “Vacíos llenos”

Carlos Tárdez

Vacíos llenos

Por tercera vez de manera monográfica, vuelve Carlos Tárdez a Sala de Arte Van Dyck. Se trata de uno de los artistas jóvenes que la galería gijonesa “fichase” hace casi 10 años y que desde entonces, no ha dejado de alcanzar grandes éxitos y reconocimientos.

Su pintura se mueve dentro de la estética realista y su técnica denota una enorme madurez que le han hecho merecedor de alguno de los grandes premios artísticos de nuestro país (en 2010 fue galardonado con la Medalla de Honor del XXV Premio de Pintura BMW).

En sus obras los animales van más allá de lo meramente figurativo, proyectando el mensaje de una leyenda, la moraleja de un cuento o la esencia de un antiguo mito. Así, una tortuga, un pájaro o un león se convierten en figuras cargadas de simbolismos que conectan con el espectador transmitiendo un mundo de sentimientos a través de sus miradas.

Tampoco dejan de sorprender sus esculturas, normalmente trabajadas con resinas, y tan alabadas en algunos de los círculos artísticos más importantes del país.

La exposición, estará abierta hasta el próximo 21 de julio y reunirá, bajo el título “Vacíos llenos” más de medio centenar de piezas; un paseo entre realidad y sugerencia, mesura e ironía, a través de unas obras que escriben lo que en un futuro será la Historia del Arte de nuestro país. 2. Sala de Arte Van Dyck (C/ Menéndez Valdés 21)

Del 27 de julio al 2 de septiembre: JÓVENES VALORES DEL ARTE CONTEMPORÁENO 2012 (con los artistas: Rafael Macarrón, Javier Torices, Virginia López, Marcos Tamargo, Víctor López, María Vallina y Carlos Albert).

Valores en alza

Un año más tenemos la satisfacción de presentaros la última edición del que es sin duda uno de los proyectos expositivos que afrontamos con más cariño e ilusión: la muestra de Jóvenes Valores del Arte Contemporáneo, en la que pretendemos ofreceros una selección del mejor arte joven de nuestro país.

Escoger aquellos artistas que mayor realce están obteniendo a nivel nacional no resulta sencillo, pues afortunadamente contamos dentro de nuestras fronteras con una interesantísima cantera de jóvenes creadores. Darles cabida a todos ellos sería misión imposible, de ahí nuestro empeño en que la apuesta que se realiza desde la galería sea sólida, meditada y segura.

Siete son los artistas seleccionados y si bien cada uno de ellos cuenta con un lenguaje plástico diferente, tienen como punto en común la calidad, seriedad y disciplina con que afrontan su trabajo.

Así, pintura escultura, fotografía, collages y composiciones artísticas con muy variados elementos, se dan cita en esta muestra cuyo nivel ha ido “in crescendo” con el paso de los años, y prueba de ello son los logros alcanzados por la mayoría de estos aristas, que arrancaron siendo “apuestas” y hoy se consolidan como “auténticas realidades”.

Este año se incorporan dos Jóvenes con mucho talento. Por un lado Rafael Macarrón, reciente Primer Premio de Pintura BMW 2010 que nos presenta unas obras informalistas de carácter narrativo y gran cromatismo. Y por otro, Javier Torices, artista hiperrealista madrileño con una técnica muy rigurosa basada en el dominio de la perspectiva, el dibujo y el color; soberbias son sus aguas y los reflejos que la luz proyecta sobre ellas.

Desde el primer momento en que Van Dyck decidió hacer una apuesta anual por el arte joven, nuestra intención fue no sólo daros a conocer a “nuevos” artistas, sino ofreceros una continuidad para que periódicamente pudieseis seguir descubriendo la evolución y logros alcanzados por estos jóvenes por los que todos, de una u otra manera, hemos apostado.

Así, estos dos nuevos fichajes estarán arropados por otros artistas que han participado en ediciones anteriores, como el escultor Carlos Albert, que presentará un libro sobre su trayectoria artística el día de la inauguración; Marcos Tamargo que, recientemente llegado de Nueva York, continúa cosechando grandes éxitos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras; Virginia López, con unas exquisitas obras de gran delicadeza y rigor plástico; María Vallina, que tras su estancia en la Real Academia de España en Roma nos muestra sus últimas creaciones, aún más ágiles y llamativas que en años precedentes. Y por último, el surrealista Víctor López, que con su imaginación desbordante hace que nos sumerjamos en un mundo onírico del que no quisiéramos despertar. 3. Propuestas Van Dyck (C/ Casimiro Velasco 12)

Hasta el 31 de julio de 2012: LUIS FEITO “De la explosión matérica a la cromática”

FEITO, EN CÍRCULO Y EN LÍNEA

Alguna vez ha dicho Luis Feito que, si tuviese que someter su pintura a una depuración tal que le forzase a escoger uno solo de los elementos con los que ha trabajado, la dejaría reducida al círculo; una elección congruente con lo que casi todos los que conocemos su obra asociamos inmediatamente con ella... pero que, aun así, no deja de ser llamativa. Porque es obvio que Feito ha atravesado por muchas etapas muy distintas, y en muchas de ellas la figura del círculo ha estado ausente. O, incluso estando presente, no ha sido necesariamente la dominante.

Se me ocurre que al elegir el círculo como aquello que salvaría de su obra, en realidad Feito salva de algún modo su obra entera; si no en la materialidad concreta de sus formas, sí en el espíritu y en la configuración del conjunto. En su simplicidad, en su perfecta clausura, el círculo resume en todas las tradiciones simbólicas los ideales que definen la aspiración profunda de esta pintura perpetuamente insatisfecha y perpetuamente autoexigente, en ruta sin descanso y sin sosiego hacia un horizonte de totalidad, quietud y silencio. La circularidad simboliza también la solidaridad indestructible entre principio y fin, su indistinción, y la tensión perfecta y homogénea entre cada punto y el centro común de todos ellos. De ahí que en el trabajo de Feito se pueda contemplar de este modo: como un gran círculo generado por el poderoso e invariable sistema de tensiones que opera en el núcleo de cada una de sus etapas y en su conjunto. Todas ellas equidistan de ese conflicto esencial, lo repiten en un punto distinto y de un modo distinto, y cada una de ellas aspira a ser en sí misma germinal y terminal; parte desde cero, en una agónica reinvención de sus posibilidades y de sus imposibilidades, ensayando respuestas distintas a una idéntica aspiración manifestar una verdad trascendente, un misterio de carácter profundamente espiritual y escenificando una misma dramática limitación: la de pretender hacerlo a través, y solo a través, de los medios físicos y limitados de la pintura y de las fuerzas y las mañas, también limitadas, de un ser humano.

En ese sentido la pintura de Feito traza un círculo que es sobre todo un el rastro de un cerco: un merodeo permanente hacia ese centro inalcanzable que consiste en su distancia respecto a los intentos por alcanzarlo y que, con todo, no resta valor a las tentativas ni autoriza la inacción. El propio Feito lo ha dicho mejor: “Puede haber una gran distancia (...) entre pensar, decir lo que nos proponemos, nuestros deseos y objetivos y entre lo que en realidad conseguimos con nuestro trabajo, que es lo único definitivo que existe y cuenta en cuanto a pintor”.

Pero todo esto es posible pensarlo con toda una obra y una trayectoria delante de los ojos. En realidad, las cosas siempre se viven de otra manera: en sucesión, en línea recta. Como en algunos de los cuadros más poderosos de Feito, nuestra visión del tiempo impone lo lineal a lo circular y la forma ordenada a lo que carece de una forma definida. Puede que el tiempo cósmico sea una gran rueda, pero la vida y lo que hacemos con ella se producen a nuestros ojos como un segmento, una serie de momentos sucesivos con un principio y un fin (y a veces, como en el caso de Feito, con principios y con fines). Además, la mentalidad occidental tiende a pensar en línea, a fabular progresiones y regresiones, a forzar relatos ordenados secuencialmente que empiezan y acaban propulsados por algún tipo de sentido.

Para el caso: es posible que la pintura de Feito sea en su conjunto refractaria a los relatos evolutivos y lineales; que la sucesión de cada etapa pudiera haberse secuenciado de otro modo y que sea difícil, desde el punto de vista de su continuo cuerpo a cuerpo con el misterio, privilegiar una respecto a las otras. Pero el hecho cronológico, biográfico, biológico, es unas cosas se han pintado antes que otras, y que, desde el punto del tiempo en el que estamos de la vida de la obra de Feito, resulta significativo y especialmente enriquecedor leerlas en ese orden. Por eso resultan especialmente iluminadoras las obras seleccionadas para esta exposición, en referencia a los dos extremos del segmento de una trayectoria artística, y en el contraste que se establece entre ellas. Lo que los ojos extraen de ahí es un intenso relato casi cosmogónico que se inicia en forma de una densidad extrema que parece sofocar la luz y que acaba, por el momento, en una gran explosión, un big bang pictórico. Una visión perfectamente compatible con la concepción de Feito de la pintura como creación en el sentido fuerte de la palabra, y de su ejercicio como un proceso permanente de cambio guiado por fuerzas análogas a las de la naturaleza misma en su espontaneidad.

La selección de obra se inicia cronológicamente con varios dibujos de finales de los años cincuenta en los que un joven pintor recién llegado a la abstracción establecía, como un agrimensor, las primeras demarcaciones de su territorio: líneas abstractas, pero de gran fuerza orgánica, trazadas sobre una compleja superficie de óleo y pintura a la caseína a modo de coordenadas para el despliegue de energía que ya estaba produciéndose. Una primera demostración de libertad sintonizada plenamente con la renovación de la pintura española, y que Carmen Bernárdez Sanchís ha relacionado con «los rituales cosmogónicos de fundación», que se inician con «un trazado inicial en un lugar especialmente indicado previamente mediante signos, sueños o prodigios».

Los óleos de esa misma época son ya plenamente representativos. En ellos genera violentos claroscuros que proceden directamente de una sensibilidad barroca, profundamente española, pero la rebasan hacia una espiritualidad más profunda y cósmica en su mezcla de misticismo y sensualidad: densas y oscuras masas de óleo y arena eclipsando una radiación de fondo en la que vibra una luz primigenia. Dejan testimonio de las siguientes etapas del pintor, respectivamente, un acrílico sobre papel del año 1962 en el que la materia se hace más plástica y delgada y el claroscuro vira al contraste entre rojo y negro, y óleos en los que el dramatismo se suaviza, pero se incrementan la plasticidad y la expresividad del color a través de generosos planos de pintura con la aparición de un característico amarillo.

Pero el contraste verdaderamente relevante es el que enfrenta, en fuerte elipsis, estas muestras de primera madurez con las del Feito actual; la densidad y el automatismo trabajosamente contenido de aquella pintura con la actual deflagración de rojos, negros y violetas cuya violencia y fluidez tienden a desbordar el cuadro. Es aquí donde cobra sentido mirar estas obras no solo en su carácter autónomo y clausurado, sino también en su inserción en determinados puntos de la línea vital; porque resulta del mismo modo relevante, y añade al valor puramente estético un plus ético que no ha de disgustar a su autor, constatar en ellas el modo en el que el joven y arrebatado pintor supo imponer reflexión a la pasión, y el modo en el que hoy Feito sigue haciendo buena, rebasados los ochenta, la descripción de su modo de pintar que daba en su ingreso en la Real Academia de San Fernando: «Algo que salía de las tripas directamente por el brazo y por la mano (...) con naturalidad, con la fluidez con la que corre un río, salvando obstáculos y pasando a través de ellos». Pintar de un modo tan explosivo como si se pintase, una vez más, desde el origen mismo de esta pintura.

Juan Carlos Gea

Mayo, 2012