Sema D’Acosta comisaría la exposición de Dionisio Gonzalez: AROUND
Inauguración: 11 de abril de 2013
Hasta el 16 de junio de 2013
Lugar: Casino de la Exposición
Sevilla
Sin tener un carácter retrospectivo ni plantear una revisión antológica, la exposición AROUND de Dionisio González (Gijón, 1965) comprende un arco temporal de doce años, desde 2001 hasta 2013. El leit-motiv de este proyecto se sustenta en la profunda reflexión que plantea el autor sobre los modos de habitar la ciudad contemporánea, una investigación en torno a las formas de vivir en el siglo XXI que le ha llevado a recorrer y estudiar durante este periodo infinidad de lugares distintos en países de todo el mundo, entre otros Cuba, Brasil, Vietnam, Corea del Sur, Estados Unidos o Italia.
Doctor en Bellas Artes y profesor titular de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, la coherencia de la carrera artística de Dionisio González y el sentido de continuidad que mantienen sus series, han logrado concitar en esta última década un importante reconocimiento internacional que ha culminado en 2013 con la concesión del prestigioso premio europeo de fotografía Arendt Award (Luxemburgo). De hecho, es tal su alcance en el extranjero, que sus exposiciones y proyectos han sido hasta ahora más habituales fuera de España que en nuestra geografía, especialmente en ciudades como París, Berlín, Nueva York, Milán o Seúl.
Uno de los asuntos fundamentales a tener en cuenta en la obra de Dionisio González son los argumentos que se derivan de sus propuestas arquitectónicas, unos contenidos que de una u otra manera están presentes en todas las series fotográficas que componen AROUND. Estas construcciones hiperbólicas, extremadamente cambiantes y muy sensibles al entorno, son como órganos vivos que crecen de manera acumulativa y mutan según las circunstancias, un forma de vivienda a la que el artista superpone módulos de aparente disparidad pero técnicamente factibles y en esencia habitables. En ellos hallamos una mirada crítica y al mismo tiempo positiva; una interpretación afortunada donde subyace una utopía de futuro que reivindica estos puntos de supervivencia ajenos a la oficialidad como espacios de resistencia que no se pliegan ante la adversidad, estructuras de resignación que responden a soluciones alternativas e identitarias.
La cuestión de la sostenibilidad y el aprovechamiento de los recursos naturales es otro de los puntos motrices derivado de estas cavilaciones en torno a la posibilidad de edificación. Paradójicamente, estas moradas generadas a partir de imágenes tomadas in situ por el propio artista, marcan pautas para maximizar el espacio y los bienes disponibles, aunque sólo sea de un modo ficcional. No son simples fotografías retocadas, sino proyectos viables de residencia y alojamiento que examinan los recursos cercanos, escuchan el pálpito geográfico y resuelven las necesidades de sus moradores. Lejos de la arquitectura del espectáculo que tiende a la grandilocuencia o la meramente funcional que está pensada con una finalidad eficiente, esta arquitectura orgánica de Dionisio González aspira a comprender el lugar que la genera para fusionarse con él.
Es curioso como en esta interrelación que se establece entre el medio y el ser humano a través de los modos de habitar, Dionisio González ha ido acrecentando progresivamente su interés por el estudio de las zonas costeras y especialmente por las arquitecturas acuáticas y los palafitos, algo que observamos en series como las dedicadas a la bahía de Halong en Vietnam o a la barra de arena que forma Dauphin Island en el Golfo de México (Estados Unidos). En su búsqueda de modos de vida vernáculos, el artista recupera lugares en peligro de extinción expuestos a la desaparición o muy sensibles a las especulaciones económicas que se derivan de la explotación de entornos genuinos como estos, enclaves heterogéneos que en un mundo globalizado como el nuestro donde las diferencias se rasuran para favorecer la planitud, deben ser preservados no sólo por ofrecernos posibilidades distintas a las homologadas y conocidas, sino por ser capaces de establecer fórmulas naturales de convivencia con el ecosistema.