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Antonio Díaz Grande presenta "Contrapose" en la Galería JosédelaFuente

Galeria JosedelaFuente

Hasta el 26 de mayo.

Antonio Díaz Grande traslada la ligereza a las políticas de superficie inscritas en el cuerpo. Profundiza en la dimensión performativa del género analizando la construcción de la mirada hacia el gesto a partir de un irónico estudio sobre cómo el comportamiento social es modelado culturalmente y coreografiado desde la infancia. El régimen disciplinario dominante en el siglo XIX y buena parte del XX se esforzó en regular los cuerpos mediante una rígida normativa de conductas, pautas y restricciones sociales que, de acuerdo con las leyes binarias de la diferencia sexual, acababan legitimando o excluyendo. Había que controlar cualquier movimiento espontáneo, de modo que los gestos, ademanes y actitudes aparentemente naturalizados, siempre acababan siendo fingidos, actuados, quizá porque la puesta en escena del género suele generar la ilusión de un yo. El cuerpo quedaba así prescrito en virtud de las dinámicas del poder, reforzando su asimetría para transformarse en un espacio de producción de ideología y en un depósito del orden simbólico social, siendo el vehículo ideal para propagar sus normas y sus leyes.

Crecer y socializar implica pues adoptar determinadas imposiciones estéticas corporales, siguiendo unos patrones perfectamente delimitados con los que construimos nuestra identidad. En este propuesta lo ligero toma cuerpo por vía de la pose que, según la definición de la RAE, es una postura poco natural que, por extensión, implica cierta “afectación en la manera de hablar y comportarse”, de ahí que se asocie con lo femenino y, particularmente, con lo afeminado, esto es, lo delicado, lo frívolo y lo superficial. Por el contrario, la pose masculina prescribe roles y estereotipos vinculados al poder, la fortaleza y, en definitiva, la virilidad. El “macho” es adiestrado para eliminar de sus posturas y movimientos cualquier rastro de feminidad, dado que la estética de la ligereza solo se considera legítima en las mujeres.

Las imágenes que vertebran este proyecto muestran una serie de gestos corporales asociados a distintos rituales sociales, simbolizados a través de una taza, una copa o un cigarrillo. Las manos expresan su disidencia mientras buscan anclaje, siendo forzadas a mantener el dedo meñique estirado por medio de un sistema de cintas y pesos que facultan la pose. Las composiciones, cuidadosamente articuladas, se presentan como telón de fondo de pequeños conjuntos de fotografías en blanco y negro, recolectadas en mercadillos y librerías de viejo, donde el artista relaciona algunas ideas que cuestionan el papel hegemónico del modelo heteronormativo: el amor entre hombres y las grúas de carga (el peso), la construcción de pareja y el avestruz (la vergüenza o el miedo), la educación y la transmisión de valores con el hombre-pájaro vestido de camuflaje (cortar las alas) o el travestismo y la transexualidad con la exuberancia del pavo real (símbolo de la vanidad masculina). Antonio Díaz Grande lanza una reflexión sobre las convenciones sociales y culturales que nos dominan, invariables durante siglos, como pone de manifiesto la colisión de tiempos que proporcionan las imágenes.

Por otro lado, el artista ha dispuesto en torno a una mesa unas fotografías que muestran de nuevo una sucesión de poses forzando su contraposto sobre una combinación de capas de patrones repetidos hasta la confusión en un sugerente juego de superposiciones y transparencias, mientras dialogan con fotografías antiguas, láminas y objetos que remiten a la intimidad del espacio doméstico. Si admitimos que la masculinidad, igual que la feminidad, no son más que simples mascaradas, no es extraño que Díaz Grande recurra a la ironía y el humor –las herramientas críticas más eficaces de la levedad–, para hacer converger ambas posiciones a través de la ligereza de la contrapose, suscitando esas metamorfosis que revelan “la inestabilidad fundamental del ser”4 , así como las estrategias de deseo que canalizamos desde la mirada.

Marta Mantecón